LA CARPETA VACÍA (Homenaje a Digna Santiago)
Se llamaba Digna. Digna Palmira Santiago Ojeda.
Tenía 16 años y este año terminaría el colegio. Era cuzqueña y empezó a trabajar desde los ocho años como niñera. Escribía poesía todos los días, versos con una ortografía espantosa pero llenos de intensidad y personalidad. ¡Quería ser educadora! Murió a principios de año, víctima de una enfermedad respiratoria perfectamente curable en otras sociedades, pero condenatoria en un país como éste, donde curarse cuesta mucho dinero y ni ella ni su familia lo tenían.
Fue la estudiante más entusiasta que tuve en el Taller de Creación Literaria que montamos en un colegio de Pamplona alta. Una auténtica poeta de raza que con su canto vencía todos los días a la pobreza y a la soledad. Hoy, su carpeta está vacía. Los colegios sin bibliotecas están más vacíos aún, los distritos sin centros culturales más vacíos todavía. Las calles y los parques sin poetas, vacíos todos. El Perú, con una poeta menos, resulta más eriazo, más páramo, más arenal.
Aquí les dejo algunos versos de Digna. Sirvan como homenaje y ejemplo de una hermana que quiso ser poeta en un país hermoso, injusto y cruel:
I
Nunca pensé que ser alguien
sería ser nada.
Que todos se alejaran
que todos te odiaran
sólo por ser alguien.
II
Es difícil para mí
escoger entre lo falso
y lo cierto.
III
Dónde, dónde, dónde
dónde está la pena
ese dolor guardado
algo irónico en la vida
Dónde se apoyan los débiles
débiles como yo, como tú, como él.
IV
Cuanto más lejos esté
de este lugar
mejor será
-eso digo-
Pero mi corazón
llora porque sabe
que no se puede olvidar
el lugar donde se ha amado.
V
Una amiga, la soledad
una caricia, el dolor
todas las desventuras
que caen sólo
para una flor.
VI
Si quieres que te olvide
pinta un pino en la
pared y cuando crezca
te olvidaré.
VII
Hoy la muerte es para mí
como un vaso de agua
fría, refrescante. Hoy
la muerte es para mí como
un sueño del que algún
día, no muy lejano,
despertaré.
Y despertaste. Descansa en paz, Digna.
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