EL RAYO HERIDO
Palabras para Lino Quintanilla
Los párpados cerrados están de Lino y nadie debe llorar ni tener pena.
Desde la sierra vino como el viento y al nacer en su Tankayllo, las piedras de Uripa por fin pudieron hablar desde su corazón.
Y sufrió. ¿Quién no sufre en nuestro país? Y lloró de rabia impotente junto a sus hermanos repletos de torpeza y hambre.
Mas sus lágrimas no fueron sino pasos por donde anduvo para llegar a saber que las cóleras pueden desaparecer, si juntos los de abajo nos decidimos a vivir.
Ya no está, Lino aquí.
No más le busquen en la foto o en la asamblea o en la chacra o recolectando frutos o al centro del Mitin o en el habla de la Federación.
No escucharemos su voz enronquecida por el frío y el cariño para todos, cantándonos waynos verdaderos, para que todos nosotros podamos aprendiendo respirar.
Era un Amaru. Los Amarus pasan como el fuego del rayo chamuscando las heridas, prendiendo candelas en los campos secos repletos de mala yerba, para que las cenizas hagan nacer buena semilla.
Por eso miles y miles de hombres le siguieron, huracanes, tormenta, bajando de quebradas y caseríos, para con él recuperar la tierra, quitándola de manos asquerosas; y preñándola hacerla frutecer, bien común, en medio de Andahuaylas.
Sépanlo. Fue conductor de hombres.
Mataba la pena. Como a peste enfrentaba a la desesperación .
Y se ocultaba a la amargura como escapaba de las manos de los uniformados que apresarlo querían como encarcelan constantemente a los hombres que traen la alegría a los humildes.
Lino tenía dudas. ¿Quién no duda con la luz en las manos cuando anda sobre pantanos repletos de culebras y en ciudades donde habitan osos carniceros?
Pero jamás fue vencido. Yo lo digo repitiendo el eco de las quebradas de Andarapa, el rumor de los valles de Toxsama, los gritos de las truchas de Pacucha, los cantos o llantos de los capulíes bajo el sol o la lluvia en Pariabarnba, el sabor de las retamas alegres de Cocharcas, el enojado pifiar del viento en Wankawacho.
Y los montes de piedra de todo el Apurímac, en ronco bramido, gritan por los poros de sus cerros y los ojos de sus abras y repetirán por siempre que nunca fue vencido.
Cerrados están los ojos de Lino.
Nadie jamás debe llorar sino proseguir el camino para por fin llegar al día verdadero.
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