LA CREACIÓN
Brillarán nuevos en la pared celeste y comenzarán a hablar y caminar cuando ellos les plazca. No me deberán nada ni les engañaré diciendo que son capaces de conducir un automóvil último modelo o de desenredar el ser o no ser del dramaturgo inglés, que existen goces infinitos por los martirios que puedan cosechar; tampoco les mentiré diciendo que hay muerte, y lo peor, vida. Pero aún si los intentara, no creo que me darían el más mínimo milímetro cuadrado de crédito.
Las alimañas no serán mías ni de nadie y tan pronto se comerán entre ellas como copularán. (No se sentarán ante una máquina de escribir, espero). Podré borrarlas cuando guste, pero lo haré de tal manera que ya no les importará ello, pues tendrán la capacidad de auto-borrarse; algo así como entre nosotros el suicidio. Pero también serán capaces de tomar una fragata o una carabela en cualquier puerto e ir a pescar cangrejos que usan corbatas con alfileres de diamantes y viajan en jets. Así podrán morir pero sus paredes no quedarían tan frías.
No me reconocerán como padre porque no tendrán padre. Serán capaces de matarme y bien merecido lo tendré, ya lo creo, si trato de ponerlas al cuello una soga de cerdas de cola de caballo, de esas que usaba Roy Rogers en la coboyadas cinematográficas. Mis alimañas no sólo vivirán de pan. Morirán también por el pan, que les será muy necesario.
En Amaru No. 13 Oct. 1970.
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