Poemas del adiós
Las suicidas. Una antología de poetas
que no soportaron más este mundo
ha sido recientemente publicada.
Aquí una breve mirada.
Por: Maruja Muñoz
“Voy a dormir”, fue su último poema. Lo publicó el diario “La Nación” de Argentina al día siguiente de que Alfonsina Storni se despidiera del mundo, para irse a su casa de cristal, donde un gran pez de oro la saluda y un pulpo le hace guiños, como escribió en “Yo en el fondo del mar”. ¿Prefacio de un suicidio anunciado?
Esa madrugada lluviosa del 25 de octubre de 1938, Alfonsina decidió acabar con todos sus dolores: los del cáncer, de la incomprensión, la soledad, el desamor. Tenía 46 años y muchas horas de insomnio. Antes dictó a su asistente: “Me arrojo al mar”, una escueta despedida para su hijo Alejandro, que a duras penas pudo firmar.
Quince bellas
La cineasta y poeta Nora Alarcón ha reunido en “Bellas y suicidas” a quince poetas, Storni es una de ellas. La antología cuenta con el prólogo del psicoanalista Max Silva Tuesta. Nora Alarcón alude al título de su compilación “Lo de bellas es por su calidad de mujer, y suicidas porque en los poetas, en general, impera un signo de muerte.
La depresión en las poetas de esta colección se manifiesta porque, en muchos casos fueron marginadas dentro de la realidad machista de la época en que vivieron”.
“La fecha de nacimiento del elenco de suicidas va de 1892 a 1959. ¿Quiere decir que ha partir de 1960 ya nadie más ha nacido marcada por el doble designio de ser poeta y suicida a la vez?”, pregunta Max Silva y él mismo aclara la duda: “resulta relevante que ese 1960 coincida con el año en que la liberación femenina se extendió y se intensificó significativamente”.
Tristeza en Barcelona
“El Mediterráneo fue testigo de mis penas –explica Nora Alarcón–, caminaba solitaria, me empapaba con el aguacero invernal de febrero, el mes más frío en el hemisferio norte. Pensé que el mundo me aplastaría. En aquella época leí los poemas de Sylvia Plath, me enteré que para ella la poesía y su vida eran una especie de apología a la muerte”. Nora recuerda su exilio voluntario en Barcelona, etapa decisiva para comprender a las poetas que eligieron la libertad hasta para morir y que hoy componen la antología “Bellas y suicidas”.
El arte de morir
Sylvia Plath, símbolo del movimiento feminista norteamericano, puso fin a sus días el 11 de febrero de 1963. Se asfixió voluntariamente con el gas de la cocina. Minutos antes había preparado el desayuno para sus dos hijos pequeños. La aquejaba una enfermedad renal, la soledad, la estrechez económica y la depresión tras el abandono de su esposo, el poeta británico Ted Hughes, quien le había sido infiel desde el principio de la relación. “Morir es un arte, como cualquier otra cosa”, escribió en uno de sus poemas.
El psicoanalista Silva Tuesta menciona a Sylvia Plath y a su compatriota Anne Sexton: “Estas dos bellas y suicidas se conocieron personalmente y coincidieron en ser reincidentes en los respectivos intentos de suicidio hasta que lo lograron”.
La muchacha mala
“Soy la mujer que lo castró / Con infinitos gestos de ternura / Y gemidos falsos en la cama / Soy / La muchacha mala de la historia”. La peruana María Emilia Cornejo tenía apenas 23 años cuando en 1972 dejó el libro de su vida a mitad del camino recorrido, como el título de su obra. Solo sus amigos y profesores de San Marcos sabían que era poeta. Hoy es considerada precursora de la poesía erótica femenina en el país. En 1986 la publicación de su obra fue un rayo fulminante pues se expresaba en voz alta lo prohibido a una mujer.
¿La ‘maga’?
“No / las palabras / no hacen el amor / hacen la ausencia”. Alejandra Pizarnik es una de las poetas líricas y surrealistas más importantes de Argentina. ¿Sería la musa que inspiró a ‘la maga’ de Cortázar? Ya no hay quién dé fe de ello.
“Era tartamuda, balbuciente, su dicción: el silencio, y se vestía como un muchachito”, dice Nora Alarcón.
“Ampáralo niña ciega de alma/ Ponle tus cabellos escarchados por el fuego/Abrázalo pequeña estatua de terror./Señálale el mundo convulsionado a tus pies/ A tus pies donde mueren las golondrinas/ Tiritantes de pavor frente al futuro”, dice el poema “A la espera de la oscuridad” de Pizarnik.
El sino poético
“En los y las escritoras la muerte y el amor están muy arraigados a esa capacidad de crear de la nada un universo de palabras, metáforas. Somos conscientes que nuestro fin es la muerte y eso pesa mucho en un creador”, dice Alarcón, respecto a la proclividad al suicidio de los literatos. “Parece irreal –comenta– pero el amor lleva a tomar la decisión de no seguir, en el caso de quienes no soportan la soledad, especialmente en primavera, según las estadísticas”. Sara Teasdale legó estos versos: “Y la primavera, cuando ella despierte al alba, / sabrá escasamente que nosotros nos marchamos”.
Ellas reunidas
Además de Storni, Plath, Pizarnik y Cornejo, mencionadas en el texto, completan la colección:
Florbela Espanca ( Portugal): “Morir no es fácil, no / pero es lo más correcto”;
Sara Teasdale (Estados Unidos): “Tan solo fui palabras en un mundo de gestos”;
Antonia Pozzi (Italia): “Las palabras que dices no se avienen / con la áspera tristeza de este cielo”;
Marina Tsvetáieva (Rusia): “Déjame que me muera mientras la vida es para mí un libro”.
Veronica Forrest-Thomson (Gran Bretaña): “Puede que yo no entienda de dioses pero sé / Que Eros es dios, poderoso y púrpura”;
Ana César (Brasil): “No tengo razón de ser / una finalidad propia: / Soy la propia lógica circundante”;
Miyó Vestrini (Francia): “Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de / morir”;
Amelia Rosselli (Francia): “me acerco / a aquello que era un tango”;
Martha Kornblith (Venezuela): “En todas las casas / habitará una poeta —loca además—”;
María Carranza (Colombia): “En esta casa los vivos duermen con los muertos, / imitan sus costumbres, repiten sus gestos / y cuando cantan, cantan sus fracasos”.
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