Se llama Ricardo Soca, y es el
hombre que desafía a la Real Academia Española.
Empeñado durante años a analizar
el castellano y a mostrar definiciones parciales del máximo diccionario, hoy
acusa a España de querer colonizar latinoamérica a través del lenguaje:
«La
Academia es una pequeña ruedita del engranaje geopolítico de España».
Ricardo Soca
Soca dice que la RAE obedece a
intereses económicos y no al cultivo de la lengua española. Y así comienza su
diferencia con la Academia, que termina con lo que él llama, «mensajes amenazadores».
El asunto no es sencillo. Debemos
saber que Soca, editor de http://www.elcastellano.org/, escribió
el año pasado un artículo en el que publicó adelantos de la edición 23 del
diccionario (que en aquel momento ya aparecían en el http://rae.es/rae.html ) donde comparaba
prácticamente todo los cambios en las definiciones.
Cuando Soca hizo lo suyo, pensó
que la definición de palabras castellanas que utilizan más de 450 millones de
personas en el mundo debían ser compartidas para sus hablantes.
Error. «Yo recibí mensajes amenazadores
de la editorial Planeta, tal como está documentado mediante mensajes
y grabaciones telefónicas, ‘en nombre de la Real Academia’, que nunca lo
negó. Amigos vinculados con el director de la Academia, José María Blecua, me
aseguraron que si yo pidiera autorización para usar los contenidos, sería
concedida. El problema es que mi posición es, precisamente, que no debería ser
necesario pedir autorización para usar, sin fines de lucro, los contenidos de
la Academia».
Usted ha dicho en entrevistas que si la
Academia es financiada con el erario, debe poner sus contenidos con acceso para
todos (al menos en su sitio de internet), ¿a qué cree que obedezca este retaceo de contenidos?
¿Algo más allá de los intereses económicos de las editoriales con las que
trabajan?
—No sé si habrá algo más que los intereses
económicos de las editoriales. Basta recordar el tiempo que demoraron en poner
en línea el Diccionario panhispánico de dudas, dando tiempo a que la versión en
papel se vendiera. O el hecho vergonzoso de que una multinacional del ramo
editorial (Grupo Planeta) pretenda dar órdenes a las colonias en nombre de la
docta casa. «Espero
que no me acusen por difundir errores».
Las ganas de España de dominar el
lenguaje no son poca cosa cuando el periodista uruguayo señala que en
«documentos del Estado español, que están disponibles en línea, según los
cuales España debe promover la venta de sus productos apoyándose en el carácter
globalizador de la lengua española. La Academia es una pequeña ruedita del
engranaje geopolítico de España, para poner sus empresas en primera línea en el
lucrativo mercado hispanoamericano».
«Existe un mito cuidadosamente cultivado,
según el cual las academias serían necesarias para preservar la unidad de la
lengua».
—He notado en su cuenta de Twitter que hace observaciones muy
puntuales sobre los yerros de la RAE. Recuerdo, por ejemplo, uno donde
cuestiona la definición de franquismo y además pregunta « ¿miedo de la palabra dictadura?». Eso es
adentrarse en terrenos pantanosos con la academia y con el propio gobierno
derechista español, (ya ve usted cómo sentaron en el banquillo al juez Garzón).
¿A dónde piensa que puede llegar con esto y, sobretodo, cuál es su objetivo?
—Bueno, espero que no me sienten en ningún banquillo
por difundir los errores de la RAE, sobre todo cuando en mi país (Uruguay)no
rigen las leyes del Reino. Simplemente no entiendo cómo un diccionario que
pretende ser un modelo de lexicografía, que es casi lo mismo que decir de
imparcialidad, se abstenga de definir el franquismo como una dictadura. Hasta
hace unos años, definía el marxismo como «la doctrina de Carlos Marx y sus
secuaces». Hace poco tiempo publiqué un artículo en el que analizo el empleo de
definiciones vergonzosamente parciales, como la que califica como «pérfido» «el
que falta a la fe [católica] que debe» o se define el «temor de Dios» como el
«miedo reverencial y respetuoso que se debe tener a Dios». No es que no puedan
decirlo, puesto que mucha lo cree así, pero en Lexicografía se exige que en
esos casos se diga algo como «según la Iglesia católica» para que el
diccionario no se comprometa con una creencia que no es de todos. Al final, hay
hablantes de español que son ateos, agnósticos, judíos, musulmanes; no hay
por qué imponer el catolicismo como inherente a la lengua castellana
(…) Lo único que pretendo es desenmascarar para la mayor cantidad de gente
posible la farsa que representa el hecho de que la Academia se presente como
«mero notario de los hablantes», cuando se prevén para el próximo diccionario
vocablos inventados, que no aparecen siquiera en su propio corpus. La Academia
inventa, manipula, distorsiona. Es una entidad formada por una pequeña minoría
de lingüistas y una gran mayoría de españoles (escritores, actores, músicos,
médicos, economistas) que están allí para dar brillo a sus nombres, sin poder
contribuir con nada, porque nada saben de lingüística, como reconoció en su
discurso de ingreso la académica escritora Soledad Puértolas.
No es la primera vez que alguien
mete en aprietos a la Academia ni la llama falsa. Padres de niños con autismo
sostienen un pleito lingüístico contra el diccionario, por la
definición actual de autismo pues la consideran ofensiva y falsa: «Síndrome
infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto
verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente
estable su entorno».
La Academia ha salido a informar
que se compromete a incluir una nueva definición del síntoma para el 2014, para
quedar así: «trastorno del desarrollo que afecta a la comunicación y a la
interacción social, caracterizado por patrones de comportamiento restringidos,
repetitivos y estereotipados».
—Por último, ¿qué requiere la academia o cuál es su
recomendación para la mejorar del lenguaje y su difusión?
—La lengua es un producto de una
capacidad del cerebro humano que se llama «función del lenguaje». No la crearon
las academias ni los gramáticos, que solo tratan de apropiarse de ella. El niño
que a los tres o cuatro años ya domina la lengua no estudió ninguna gramática,
pero ya conoce y aplica intuitivamente sus normas, sin necesidad de ninguna
academia. Podemos decir que la lingüística es una ciencia natural, puesto que
estudia un objeto que surge en la naturaleza, en la biología humana y en el
hombre en sociedad. Existe un mito cuidadosamente cultivado, según el cual
las academias serían necesarias para preservar la unidad de la lengua. Sin
embargo, observemos la lengua inglesa, que jamás tuvo academias ni ningún
instituto normativo y es la misma en Estados Unidos, el Reino Unido, la India,
Sudáfrica o Australia, más allá de variantes que pueden compararse con las del
castellano. La necesidad de una institución para mantener la unidad de la
lengua es una mentira divulgada para ganar dinero. Lingüistas como José María
Blecua o Víctor García de la Concha deberían avergonzarse de prestarse a esas
patrañas.
Fuente: http://diez4.com/diez4/?p=6846
No hay comentarios:
Publicar un comentario