¿Y DÓNDE ESTÁ LA RAÍZ DE LA CORRUPCIÓN?
La corrupción como el acto más repudiable de la
cultura de la incultura
Por Carlos Villacorta Valles
odesi12@yahoo.es
Según la RAE (Real Academia Española), corrupción
es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a
alguien, pervertir, dañar). Es la
práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las
organizaciones, especialmente las públicas, en provecho, económico o de otra
índole, de sus gestores. Es decir que, la corrupción no es un término solo
aplicable a la actividad pública, sino también a la privada y de manera
práctica al provecho personal, lo que la hace casi absolutamente individualista
y egoísta.
Así, la corrupción es la deformación de la toma de decisiones
de una mente con ambición descomunal por el dinero y la recompensa. Una mente capaz
de trasgredir sus valores y principios con tal de obtener lo que busca,
especialmente obtener más dinero o enriquecimiento; se desvía o exige
desviación del criterio correcto de sus decisiones, más aún, si tiene poder.
Ahora bien, la ambición, el deseo de poder no es
exclusividad de las cabezas o altas esferas, sino de todas las gentes, cuyo
instinto está siempre latente; es su nivel cultural y educativo y, sobre todo
ideológico al servicio de los más necesitados, bien practicado, impide las
malas prácticas y la corrupción. Lo demás, es cultura de la incultura, de lo
más deleznable.
Pero, ¿dónde está el origen de la corrupción?
Los religiosos y los moralistas, afirman que la
corrupción está en la naturaleza humana, dicen “el hombre es corrupto por naturaleza”, “la corrupción es inherente al ser humano”; para fortalecer su
dicho se remontan a la antigüedad “siempre
hubo corrupción”. Eva –la primera mujer- fue la primera corrupta, por
aceptar un soborno y sobornar a su pareja para que sean igual a dios. Grandes
políticos, defensores del capitalismo, fortalecen este nivel de pensamiento, el
más conocido Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido, justificando
esta postura conceptual decía que había de reducir la corrupción a su mínima
expresión para que “sirva de lubricante al
funcionamiento de la máquina de la democracia” ¿Parece cierto, no?
Yo respondo con un contundente NO; si bien el
hombre nace con todas las posibilidades en su fuero interno, no significa que
irremediablemente será corrupto, delincuente o deformado social y mental; hasta
atreverse a pensar de esa manera es una forma corrupta de pensar, pues se la
justifica abiertamente; lo que significa que toda sociedad es corrupta, y, si es su naturaleza,
por tanto, está eximido de responsabilidad ética o política. Fatal ¿No es
cierto?
Si analizamos el concepto de corrupción y sus
implicancias, este exacerbado deseo de poseer dinero y poder se manifiesta con
claridad con la aparición de la propiedad privada y, con ella el esclavismo, el
feudalismo y ahora el capitalismo. En buen castellano, cuando aparece el
sistema de explotación del hombre por el hombre: explotados y explotadores; sistemas que tendrán como objetivo central
acumular riqueza a costa de cualquier cosa,
el embrutecimiento de la gente y el control y mantención de ese poder
económico. La educación y la cultura se convierten en los principales
instrumentos de forja de cultura de la incultura, donde el hombre de éxito es
el que llega a tener poder económico y con ello poder social.
Así pues, la corrupción es consustancial al sistema
de explotación, forma parte de su estructura y desaparecerá cuando
indudablemente desaparezcan este tipo de sistemas. Los teóricos burgueses y los defensores
gratuitos del sistema nos desvían de este tipo de análisis, porque se han
adaptado al sistema corrupto, parasitan alegremente y no pueden pensar otra
forma de vivir o de luchar por un nuevo sistema más humano y más justo. No debe
sorprendernos entonces, que la defiendan y, con su retorcido y desviado
pensamiento utilitario no encontrarán ningún “servicio” o “favor” desinteresado,
siempre buscarán su prebenda, su utilidad, por ello, estos mismos sujetos han
acuñado que la honestidad en este tipo de sistemas es una tontera, quién no
busca acumular todo el dinero que pueda y a costa de lo que sea es un fracasado,
un ser sin aspiraciones y lo dicen sin sentir culpa alguna.
La corrupción como rasgo principal de un sistema donde
el dinero es el dios
En el confesionario, un capitalista le dice a su
confesor: “padre, rogaba y rogaba a dios
tener un carro último modelo, la plata no me alcanzaba, entonces, como por esa
vía no lograba, utilicé la garantía del Estado para conseguirlo, gracias a dios
y con ayuda de un gran amigo congresista logramos que la deuda prescribiera y
no le pagué al Estado”. El cura le responde: “hijo, dios te perdona, pero no lo vuelvas a hacer”.
Un patético caso de promoción de la cultura de la
incultura de este sistema, no solo porque las actividades corruptas –tomadas
como pecados- dios los perdona, sino porque nos da la facultad de seguir
haciéndolo, y hacerlo sin sentimiento de culpa, y siembra también la dañina
inferencia de que, “si todos lo hacen”, “yo
también entonces lo puedo hacer”. Así pues, en este sistema, hasta el
perdón tiene precio, el que tiene plata lo compra.
De esta manera, también se siembra la indiferencia
y el acomodo: si a mí la injusticia y la corrupción no me hace daño, no me
importa lo demás; solo recién cuanto me toca, pienso en lo injusta y corrupta
que es la sociedad; habla en general y, no apunto a la gente que controla el
poder económico.
Entonces, instalados el individualismo, el egoísmo
y la acumulación de dinero como prioridades culturales en este sistema, el que
puede sacar ventaja de algo lo hará, sin importar normas, ética y principios,
de lo contrario no podrás hacer un buen “negocio”. Así será en el primer
sistema opresor: el esclavismo, cuyas formas de corrupción abierta de vender y
comprar personas, no tendrán el más mínimo de remordimiento y violación de los
más elementales principios de la dignidad humana. En el feudalismo, la propia iglesia en nombre
de dios, realizará estas prácticas sangrientas de corrupción abierta. En el
actual: el capitalismo o imperialismo, como podemos observar y vivir, la
esclavitud en algunos países se sigue con esta práctica de degradación del ser
humano, -principalmente con los migrantes, obreros y campesinos- pero en la
gran mayoría de países se ha tecnificado y sofisticado, que nos parece algo
normal, porque la educación nos lo muestra de esa manera. Por ejemplo: Es
inaudito mirar impasible que millones de niños y jóvenes no tengan la más
mínima posibilidad de estudiar por falta de recursos económicos y haya sujetos
que en su cuenta tengan más de 80 mil millones de dólares.
El mercado capitalista todo lo atrapa, hasta la
diversión más franca, si le ven posibilidades económicas la engullen, el caso
más patético es el fútbol: tras una pelota corren billones de soles;
actualmente el auge de las apuestas futbolísticas desvían la decisión correcta
de árbitros y jugadores; éstos pueden apostar anónimamente, luego influir en
los resultados con su actuación en el campo.
¿Se resolverá la corrupción?
Reitero, en este sistema no, a lo sumo se paliará. En
este sistema, el dinero corre a raudales y corroe también a raudales. La
irrupción e invasión capitalista, con su revolución industrial, extendió el
comercio y la especulación y por tanto el soborno y la corrupción. La supuesta lucha
anticorrupción sigue una lógica simplista, castigar a los de abajo y dictar
leyes que nadie cumple, para supuestamente fortalecer la institucionalidad. Una
justicia hecha a la medida de la injusticia de los de arriba. Sólo se verán:
Normas sociales y jurídicas que fortalezcan la institucionalidad y “sanción
ejemplar” a “chivos expiatorios” como peces gordos visibles.
En un sistema como el nuestro donde prima el
individualismo y la reciprocidad corrupta, es difícil encontrar responsables.
La élite mayoritaria tiene su dote económica para pagar su “pecado” y su
“perdón” o pertenecen a la misma red de corruptos. El sistema los amamanta, el
dinero los alimenta y tonifica y, sobre todo el dinero del Estado.
Algo que daría más resultados sería: la
organización de la población no comprometidas con partidos políticos y ante
ellos una clara rendición de cuentas de los gobernantes y burócratas
institucionales que, de no hacerlo, existan órganos ejecutivos y probados de
esa misma población organizada para sancionar a los corruptos, limitando o
neutralizando la impunidad. Claro dentro de la ingenuidad mía, porque el propio
sistema capitalista es una gran mafia corrupta, que funciona en cadena y en
redes de reemplazos de corruptos, donde la prevención es casi imposible. El
sistema corrupto no solo necesita de antídotos, sino de cambio estructural, es
decir desde la raíz. Eso los asusta, por eso desacreditan las acciones
radicales.
Hay periodos en que el sistema nos muestra su peor
rostro corrupto. Eso es lo que está pasando actualmente en el Perú. Nos muestra
la peor cara: la corrupción como el acto más repudiable de la cultura de la
incultura.
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