Niño de la nada
Por Carlos Villacorta Valles
Mi dolor se ilumina como
sangre
desierta.
Baja como lluvia seca
aurorada
frente a ese montículo de
niños
tumba-umas, de casas sin puertas
con nombres desfigurados y
apellidos enterrados.
La calle también es privada
y tienes que vivir bajo los
puentes,
abrigadito con la mortecina
luz
de tus negras costras
habladoras.
Niño de la nada,
del cerro, el pedregal, el
polvo,
la orilla y el puente.
Los molestas como moscas
y vives como si no viviera
nadie.
Uno a uno caminando
a bordo del silencio
barridos en albergues
para que no hables
en la ferias comerciales,
grandes cumbres planetarias
del verdugo y el oro.
Niño de la nada,
levanta tu bandera invisible,
que lo vean todos los
dolores,
las lágrimas y el apetito
postergado.
Que brille gota a gota,
la roja sangre polvorienta
derramada en combate y sudor
empapada de firmeza.
Niño de la nada,
amarra tu sufrimiento,
tu hambre y dolor.
Encadena tu ignorancia
y sale a buscar sabiduría
ciencia y batallas.
Niño de la nada,
quema tus temores escondidos,
escupe el mar y las tinieblas
levántate y cobra tus
desvelos.
Anda, camina en la felicidad
conquistada.
Regionalismo selvático
Tumba-uma.- Cabello revuelto.
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