La lectura, como dice en otras palabras el maestro Víctor Hurtado, es un hábito que la mayoría festeja como virtud de otros y elude como vicio. Para empezar a cambiar esa realidad es una buena idea regalar un libro en estas fiestas. Leer es un placer que puede ser cultivado.
En ocasiones, el arte no nos produce exactamente placer, pero siempre nos dice algo o nos impacta. Una muestra es “La letra con sangre entra”, pintado por un joven Goya, donde el genio critica laEducación que recibió en la Europa del ochocientos. En esta obra, un maestro de escuela azota a un alumno, ayudado por una niña que le levanta la camisa para dejar al niño con las nalgas al aire, en frente de sus compañeros de clase.
No es precisamente un cuadro aleccionador. De sobra se sabe que a los niños les perjudica gravemente ser amonestados, y más castigados, frente a un público. Con certeza, esta pintura de Goya no sería catalogada como obra de arte por un niño; menos es un cuadro que uno de ellos elegiría para su habitación. Es, más bien, la idea de advertencia de un travieso hermano mayor o una mala broma de un padre también travieso. Es mejor mantenerlo lejos de la mirada del aprendiz de lector.
Ya en terreno literario y peruano, tenemos la tradición “Al rincón, quita calzón” deRicardo Palma y la décima “A cocachos aprendí” de Nicomedes Santa Cruz. LA PRIMERA, inteligente lección: es de sabios recompensar la sabiduría. La segunda, rítmica moraleja: supuestamente, el que estudia, triunfa (no siempre es así). Leer es un placer, no un medio para alcanzar un fin.
Antes que con el castigo, uno debe intentar educar con el ejemplo. Ya lo advirtió el maestro de la frase exacta, Víctor Hurtado, al decir que (disculpen la paráfrasis, no tengo a la mano la cita exacta) leer es un placer que la mayoría celebra como virtud, pero elude como vicio. Y como todo vicio, siempre hay alguien que nos enseña. Enseñemos, pues, a leer; no a la mecánica y funcional forma de leer, sino a leer por placer, que es una mejor forma de enseñar a leer a los niños (y a los grandes también).
En estas fiestas, es siempre común que los padres regalen a sus hijos ropa (cuestión de prioridades) o juguetes (necesario también porque la alegría y el juego cultivan la inteligencia); pero son pocos los que se dan una escapada a las librerías a comprar una novela corta o un cuento infantil.
Ahora que muchos en el Perú celebran el premio Nobel de Literatura cedido a Mario Vargas Llosa (dejemos por un momento las diferencias —política, éticas— y centrémonos en la literatura), enfoquémonos en el Vargas Llosa padre con respecto a la lectura. Según recordó Álvaro, uno de sus hijos, en una entrevista con una emisora radial local, una de las pocas reglas (la única que recordaba) que puso su padre en casa fue que los niños leyeran dos horas diarias, aunque les recomendaba que no fueran las suyas, porque necesitarían algunas lecturas anteriores para poder asimilarlas. Los dejaba elegir lo que quisieran (aunque es preferible darles opciones para escoger) para leer. Y nunca trató de incentivarlos a ser escritores, como él, sino que les facilitaba diversos estímulos que no tuvieran que ver precisamente con la lectura. Si bien Mario Vargas Llosa dice que, por el contrario, se dedicó a la literatura como una rebelión contra su padre y la realidad, no debemos seguir ese ejemplo. No queremos formar escritores, eso lo decide cada cual, pero sí enseñar —mostrar— el hábito de la lectura.
Muchos deben todavía recordar “El principito”, ese cuento para niños de Saint-Exupéry, escrito para adultos. Una joya de la literatura universal. Pero ahí no acaba el asunto. En nuestro medio se publican y/o se comercializan libros para niños y adolescentes, y para todos los gustos. Regale un libro estas fiestas y, si es posible, regálese un libro usted mismo, y, si también es posible, regale un libro que todos puedan leer.
Marco Fernández
Editor cultura
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