Categories: Ethel Linares, Hildebrando García Velásquez, Sucesos
Dos integrantes de REZISTENCIA ganaron la última edición de los juegos florales, convocada por la revista el TARAPOTINO y el Diario VOCES. En esta XIII edición, Hidebrando García Velásquez, que hace un poco más de un mes atrás también ganó el concurso "Nuestra Palabra", organizado por el Gobierno Regional de San Martín, ocupó el primer lugar en la categoria CUENTO. Así mismo, nuestra amiga y poetisa, Ethel Linares de Cotrina, ocupó el primer lugar en POESÍA.
Con ellos, ya son varios los integrantes que han ganado menciones honrosas. Solo para recordar, por ejemplo, tenemos a Teodomiro Chinguél y Gavino Quinde, que también ganarón los juegos florales en ediciones anteriores.
Desde este colectivo literario - cultural, celebramos el triunfo de nuestros miembros e instamos a que sigan adelante con sus proyectos futuros.
A continuación, les dejo los trabajos ganadores:
Leer su poesía
ETHEL LINARES LOZANO DE COTRINA natural de Cacatachi, tiene estudios en pedagogía en la escuela normal Virgen Dolorosa de Tarapoto. Ha ejercido la docencia en diversas instituciones educativas, sindicalista, y fundadora-directora, de WARMIMAYO, entidad...
Leer sus cuentos
HILDEBRANDO GARCÍA VELÁSQUEZ, escritor Sanmartinense que tiene en su haber 9 libros: “Antología poética”, “Cuentos del maravilloso mundo de la selva I y II”, “Ironías del destino”, “Sendas de la vida”, “Cantos del alma y de la selva peruana”, “Los heraldos de un mundo nuevo”, “La filosofía del vivir”, “Lucero del alba”.
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Autor (a): Ethel Linares
Primer puesto, XIII juegos florales San Martín 2010
Categoría: Poesía
Cuando tus pies vayan caminando,
Por las duras rutas de la vida,
Da lo mejor de tì sin medida,
Da una sonrisa de cuando en cuando.
Sonríe a quien te mira desde lejos,
Ajeno al valor de tu sonrisa,
Sonríe al que va a tu lado de prisa,
buscando su cara en los espejos.
Sonríe a los que van por la vereda,
cavilando sus problemas miles,
sonríe con sonrisas infantiles,
que dan luz después de la humareda.
Sonríe a los que están en los balcones,
Mirando el ajetreo de las calles,
Ruega a Dios que mañana te halles
Sonriendo en busca de perdones.
No importa a quien sonrías en verano,
Si en el invierno sigues sonriendo,
Y la primavera continúa oliendo,
A mil flores en otoño hermano.
Sonríe siempre de muy buena gana,
Te sentirás bien contigo mismo,
Habrá quien te diga que es lo mismo,
Sonreír tal vés buscando fama.
Sonreír es compartir con los demás,
El tesoro que llevas dentro,
Como la luz del firmamento,
Que fulgente brilla en signo
de paz.
EL PODER DE LA FLOR DE LA BUBINZANA
Autor (a): Hildebrando García Velásquez
Primer puesto, XIII juegos florales San Martín 2010
Categoría: Cuento
Era yo muy joven cuando me inicié en las tareas de la chacra, desbrozando variadísima maleza, árboles de diferentes dimensiones y combatiendo diariamente con cualquier cantidad y clase de alimañas, que habitan en la selva que baña el caudaloso río Huallaga.
Circundando mi modesta cabana de barro y cañas con techo de palmeras, crecían coposos árboles entre frutales sembrados y otras variedades silvestres. Periódicamente se cubrían de bellísimas flores de diferentes colores y olores, dando un aspecto embriagador a la humilde estancia ribereña En las tardes primaverales, acariciadas por la brisa vespertina, las flores de la mañana caían al suelo formando una mancha bordada de diferentes matices, sobre la que escarbaban las gallinas y polluelos vigiladas por un robusto gallo cantor.
Una tarde primaveral con maravilloso ambiente floral, cuando eran las cinco de la tarde aproximadamente, mi comadre Anatolia Pinchi, después de servirme los alimentos, se encaminó al pueblo, distante quince minutos de caminata a pie. Quedándome solo en mi modesta choza, me acosté en la cama pensando en las tareas del día siguiente. Mientras pensaba y pensaba con los ojos cerrados, sintiendo lo confortable de la almohada de flor de huimba que me insinuaba sueño, escuché tres nítidos golpes en la puerta, como provocados por los nudillos. ¿Quién?,me apresuré a preguntar, y al no encontrar respuesta, me levanté somnoliento a abrir la puerta, que cedió chirriando sus goznes y al no encontrar a nadie me quedé pensando: ¿quién fue?
Luego, me acordé que tenía algo que hacer en el pueblo y sin más diligencias partí a paso rápido, después de colocar un candado en la aldaba de la rústica puerta; pero, aún estando caminando en el descampado que circundaba mi choza, sentí la furia de un fuerte vendaval que levantando una nube de polvo marrón batía los arbustos a mi espalda.
Inmediatamente me vi envuelto en una tromba oscilante de tierra y malezas con tal fuerza, que fui impelido como una frágil voluta contra el tallo de un árbol cercano. Con el impacto sentí el vértigo de la muerte y quedé en estado inconsciente. Luego vi con el ojo de mi conciencia que volaba junto con ramas destrozadas formando círculos concéntricos, dejando mi cuerpo físico como una porción inerte entre los restos pesados del madero. Estaba consciente de que fue un accidente ocasionado por un fuerte huracán a manera de tornado, muy común en la selva amazónica. Inicialmente hice esfuerzos supremos con pies y manos gritando incoherencias. Pero pronto comprendí que ya no había nada qué hacer y sólo tenía que seguir flotando en el espacio obedeciendo el mandato del destino.
Estaba consciente que mi cuerpo convertido en energía cósmica, se desplazaba en el espacio con tanta facilidad y con la velocidad del pensamiento independiente de la fuerza del fenómeno atmosférico que sólo prevaleció hasta determinada altura. Estaba desplazándome entre unas nubes blancas , muy vaporosas, cuando escuché una suave voz, enigmática, perceptible y amigable,que me dijo:
"Bienvenido al mundo misterioso del universo, permíteme acompañarte en esta tu primera excursión lejos del mundo material de donde vienes. Aquí todo es fortaleza espiritual, plenitud de gozo y armonía entre todos los espíritus que habitamos el espacio sideral". Ante estas sugestivas expresiones no respondí nada. Pero, la imagen de una señorita de belleza inexplicable me miraba amablemente mientras viajábamos en un espacio límpido próximo al atardecer. El Sol, cambiando de color naranja a roja progresivamente se ocultaba en poniente. Sus rayos reflejándose en dispersas nubes blanquecinas, mostraba un maravilloso panorama de múltiples colores. Formaba un impresionante espectro luminoso de tonos cambiantes. Estuve maravillado al contemplar la majestuosidad del río Huallaga con la plenitud de sus aguas crecidas. Poco después, mi acompañante me indicó que estábamos sobre el río Ucayali y al mismo tiempo avistamos el inconmensurable Amazonas.
Mientras el astro rey se perdía con espectaculares formas luminosas, la sombra de la noche como un pesado manto negro caía sobre la verde alfombra de la Amazonia. La Luna, cual un majestuoso disco de oro, se levantaba del fondo con el esplendor indescifrable del plenilunio. Poco a poco, tratando de vencer la oscuridad aparecían en la inmensidad unas estrellas con parpadeante luminosidad azulina. Luego aparecieron cientos, miles, millones o quizás más, formando una esplendorosa luminaria con puntos brillantes entre algunas gasas lácteas. La Luna surcaba el espacio mostrando plenamente su luz de misterio. Al fondo, por encima de la superficie terrestre, volábamos sobre espacios con luz rojiza de las ciudades y pueblos de la Amazonia. Estuve completamente relajado, entusiasmado y hasta extasiado con tanta maravilla que muestra el universo.
De repente el gran escenario oscuro poco a poco se fue aclarando cuando mi compañera de viaje me indujo a seguir bajando a la superficie terrestre de regreso al lugar donde iniciamos la excursión. Estando ya a poca altura la bella imagen de mujer se despidió de mí prometiendo acompañarme en otra oportunidad. Escuché el canto de un gallo, el cacarear de unas gallinas y el piar de unos polluelos. Abrí mis ojos. Estaba en mi cama. Recién comprendí que todo había sido sólo un fantástico sueño.
Cuando llegó mi comadre Anatolia, mientras ella realizaba sus tareas de la casa, le conté con detalle mi sueño. ¡Ay, compadrito! me dijo:
—Ayer he puesto un ramito de flores de la bubinzana debajo de tu almohada, lo hice sólo para comprobar si realmente nos hace soñar cosas maravillosas, compadrito.
Yo también sabía de los poderes que tiene esta planta, considerada sagrada para los yaras y yacurrunas, dioses de los ríos de la selva, y que sus flores, de color rosado fucsia, colocadas debajo de la almohada, producen en el durmiente efectos mágicos, pero era la primera vez que yo lo experimentaba en carne propia.
Sorprendido por lo que me había sucedido el día anterior, me quedé mirando la bubinzana que estaba al frente de mi casa y comprendí que este arbusto, con sus ramas extendidas cual brazos, me había demostrado los grandes misterios que encierra la naturaleza.
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