El escritor
como sujeto social y su rol en la sociedad.
Por Carlos Villacorta Valles
SEGUNDA
PARTE
En la primera parte del presente artículo del día 8 de setiembre 2016
señalaba que, los que controlan el poder económico pretenden esconder una
verdad que todos vemos, vivimos una sociedad dividida en clases, donde la
minoría explotadora necesita y alienta un arte y literatura “que corteje y adule su gusto mediocre.
Quiere, en todo caso, un arte consagrado por sus peritos y tasadores”
(Mariátegui: El artista y la época); asimismo, que adormezca la mente de la
juventud, basado en una concepción marcadamente individualista, ligada al mundo
interior del escritor, que pregone el hedonismo y un cosmopolitismo
proimperialista; obras que pueden reflejar la realidad a lo sumo parcial o
episódicamente, o la deformen conforme a sus intereses de clase.
El pueblo y sus artistas, por su parte, reconocen que la literatura se
nutre de la realidad social, de la vida del pueblo, y la refleja según las
leyes de la creación artística; manifiestan preocupación especial por la
función social del arte y la literatura como instrumentos de lucha, que refleje
la sociedad con todas sus contradicciones.
En ese sentido, el presente documento tiene como objeto retomar y
motivar el debate sobre el rol del escritor: o cómo sujeto social político y
transformador o cómo conservador del estado de cosas.
Frente a esta situación, el escritor progresista se encuentra en un
dilema ¿Qué escribo? ¿Para quién escribo? ¿Qué posición tomo? ¿Qué estudio?
¿Denuncio las injusticias del capitalismo o me quedo callado? ¿Me pongo del
lado del camino del pueblo o el camino de los que controlan el poder económico?
Los artistas burgueses contestan "una obra artística no es bella por su
contenido moral y político". Claro, no les conviene.
Jorge Aliaga Cacho, en su interesante artículo “Rol del escritor”
responde: “En mi opinión el escritor
representa su tiempo, no puede desligarse del compromiso social de su pueblo”,
y consigna múltiples ejemplos de escritores que cumplen este rol. Es decir, la
tarea fundamental del escritor es ponerse en el camino del pueblo, lo que
significa revelar la crueldad y las tretas de las clases dominantes y señalar
la inevitabilidad de su derrota. Por tanto debe escribir para que lea nuestro
pueblo. Hasta ahora sólo estamos escribiendo para nosotros mismos, en nuestros
eventos somos los mismos escritores. Esto nos crea la necesidad de estudiar la
sociedad y las clases sociales para comprenderlo mejor, cuando esto suceda,
nuestro arte y nuestra literatura tendrán un compromiso con la liberación
definitiva de la humanidad, y diremos con César Vallejo: "Todo acto o voz
genial viene del pueblo y va hacia él”.
Javier Heraud, que lo comprendió a los 18 años escribe: “la poesía es/el grito de los pueblos
oprimidos/el nuevo canto/de los pueblos liberados”.
Ernesto Cardenal nos dice: “soy
revolucionario porque soy poeta”; “la poesía me llevó a un monasterio, a la
revolución y al pueblo”.
Charles Chaplin, en su famoso discurso “El Gran Dictador” sentencia: “El camino de la vida puede ser libre y
bello, pero hemos perdido el camino”.
Humberto Eco, al referirse al escritor neutro, ha dicho en el XIV
Festival del Libro de Budapest 2007: “Odio
a los escritores que dicen que escriben para sí mismos. Lo único que escribimos
para nosotros mismos es la lista de las compras”.
Juan Carlos Onetti en su "Decálogo más uno para escritores
principiantes" nos recomienda: “No
intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le
amenazan el bolsillo”.
Repito los dos clásicos de Bertolt Brecht el primero que lanza al
mundo la parábola del sacerdote Martín Niemöller: “cuando nazis vinieron por
mi…”, como un hermoso poema con el título "ahora vienen por mí, pero es
demasiado tarde" que trata acerca
de las consecuencias de no ofrecer resistencia a las tiranías y al capitalismo mafioso. El sermón del
sacerdote dice: “Cuando los nazis
vinieron por los comunistas//me quedé callado; //yo no era comunista.//Cuando
encerraron a los socialdemócratas//permanecí en silencio; //yo no era
socialdemócrata.//Cuando llegaron por los sindicalistas//no dije nada; //yo no
era sindicalista.//Cuando vinieron por los judíos//No pronuncié palabra; //yo
no era judío.//Cuando vinieron por mí//no quedaba nadie para decir algo”.
Luego sus versos (de Brecht) cuando denunciaba: ¡”por cierto que vivo/en una época sombría/el verbo anodino/no es más
que una tontería!/ !Qué tiempos estos en que/hablar de árboles/es casi un
crimen/pues implica/el silencio de tantas fechorías”¡
El clásico de Mariátegui: “La
burguesía quiere del artista un arte que corteje y adule su gusto mediocre.
Quiere, en todo caso, un arte consagrado por sus peritos y tasadores” (El
artista y la época. Pág. 13). Luego señala: “Sobre
la suerte de los artistas contemporáneos pesa, excesivamente, la dictadura de
la prensa. Los periódicos –y la TV- pueden exaltar al primer puesto a un
artista mediocre –mejor si defiende el sistema- y puede relegar al último a un
artista altísimo”. –generalmente el crítico del sistema. (El artista y la época. Pág. 16).
Ahora que notamos un alto crecimiento demográfico de escritores, les
hacemos un llamado, que caminen por el lado de nuestro pueblo. El imperio
económico capitalista está en agonía y su mano criminal nos ahoga para
salvarse, ahoga y neutraliza a los escritores para salvarse de sus denuncias,
sobre todo de la destrucción de nuestra cultura, de la contaminación y
estupidización de la mente de nuestros niños y jóvenes, de su precoz despertar
sexual y su alejamiento notorio de las buenas lecturas y el estudio. Esta
estupidización y terrorismo mediático es escandaloso, sin límites, no sólo por
la desinformación y las mentiras mediáticas, sino por la difusión de
programetes que son fábrica de personajes insulsos, eróticos e inflados
físicamente, dirigidos a nuestros adolescentes y niños.
ESTULIN D. (2014) (ibíd.)** Nos advierte: “Esta nueva era, la ciencia y la tecnología dominan el mundo (…) no se
desarrollan para beneficiar a la humanidad, ni para controlar y detener
terroristas y criminales. Están diseñados para controlarte y detenerte a ti (…)
se trata de tener el control de todo lo que hay en el planeta” (pág. 131).
¿Será que podemos seguir indiferentes o seguir callando? La
indiferencia es la peor de las traiciones. Un día nos preguntarán nuestros
niños y jóvenes, que es lo que hicimos
cuando ahogaban las voces de los pueblos del mundo y los hombres humildes. Para
ser directo: ¿qué hiciste cuando nuestros niños y jóvenes se morían de hambre y
miseria? ¿Qué hiciste cuando los niños y jóvenes no asistían al colegio porque
tenían que trabajar y quemaban tempranamente su fragilidad, su ternura y su
vida? Dirás que eres neutro, dirás que eres apolítico o buscarás otra
justificación absurda. No te olvides, ese día llegará.
La poesía, debe ser un canto de libertad, una hermosa herramienta de
diálogo y acercamiento con el pueblo, con los estudiantes, con los jóvenes, con
la cultura, con indignación y rebeldía. Los escritores estamos obligados a
practicar la tierna rebeldía. Sentir, vivir, reflexionar, practicar y
transformar es el signo de nuestros tiempos. Esa debe ser nuestra razón de
vivir y escribir. Ahora sí, ya no basta
sólo interpretar el mundo, sino hay que transformarlo. Mientras el sueño de la
justicia social no sea olvidado habrá esperanza de una vida mejor. La muerte
definitiva es el olvido, aunque aparentemente viva, nos dice el grande, José
Saramago.
Nota:
**DANIEL
ESTULIN: El club de los inmortales. Ed. IIB Grupo Zeta (2014).
No hay comentarios:
Publicar un comentario