Jeremías
Gamboa habla del particular momento que vive, tratando de mantenerse al margen
de los elogios y de las críticas que ha cosechado "Contarlo todo", la
novela sensación de 2013.
Texto:
Óscar Miranda
Fotografía:
Paola Paredes.
Hace
unas semanas, en su columna habitual en la revista Asia Sur, Jeremías Gamboa
escribió que a veces sentía ganas de que su novela nunca hubiera sido
publicada.
Hoy
explica que esas palabras reflejaban su estado de ánimo en los días previos a
su viaje a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, donde
presentó Contarlo todo (Mondadori, 2013) por todo lo alto. "Escribí el
libro durante cinco años en absoluta soledad y ensimismamiento. Pasar de eso a
una gran exposición, estar en medio de una discusión fuerte del libro, a favor
y en contra, puede generar resistencias".
En
los últimos días, las cosas no han sido más sencillas. Han aparecido críticas
que tildan su obra de ser una "novela de superación personal" y le
reprochan no incidir en el contexto social en el que se desarrolla la historia.
Por otro lado, el crítico Ricardo Gonzales Vigil la considera una de las
mejores novelas peruanas de los últimos años. Mario Vargas Llosa, ya se sabe,
es un rendido admirador suyo. Y medios como El Confidencial de España y Arcadia
de Colombia sitúan su novela entre los libros más importantes del año. Esta
polaridad de opiniones ha configurado un panorama de polémica, de debate
abierto. En este clima agitado, conversamos con el novelista.
Te
anunciaron como el "nuevo boom", como un "fenómeno
literario", antes siquiera de que tu libro fuera publicado. ¿Cómo te
sentías ante esos calificativos?
(Suspira)
Bueno, la palabra "boom" y la palabra "fenómeno" no son del
Departamento de Marketing de la editorial Penguin Random House. La editorial
solamente ha dicho una frase: "Una primera novela que sacude el panorama
de la narrativa latinoamericana".
Que
es una tremenda frase.
Bueno,
la única frase es esa, que va a generar polémica, que va a sacudir, y eso es lo
que está pasando, ¿no? "Boom" y "fenómeno" son titulares de
periodismo que nada tienen que ver con Penguin Random House. Es la prensa que
en su necesidad de generar noticia infla, probablemente, un libro.
¿Y
qué te suscita eso?
Soy
también periodista y sé que son adjetivos... El libro ya está escrito hace un
año, tú puedes llamarlo de mil formas, pero eso no le cambia una coma al libro.
¿No
sentiste temor de defraudar tan altas expectativas?
(Piensa)
Si hubiesen dicho "Jeremías es el boom" cuando estaba escribiendo el
libro, ¡oh!, hubiera sido tremendo. Pero ya lo escribiste. Sí, te genera
también una expectativa por lo que va a venir, pero no pone en riesgo el libro.
¿Y
te molesta que se considere que en torno al libro hay una operación de
marketing que prácticamente quiere venderte como "el nuevo Vargas
Llosa"?
¡Pero
hace muchos años que están buscando al nuevo Vargas Llosa! Diego Trelles era
"el nuevo Vargas Llosa". Santiago Roncagliolo fue "el nuevo
Vargas Llosa". Y aparecerán otros a los que les dirán lo mismo.
¿Qué
es lo más alucinante que te ha pasado a raíz del libro?
Lo
más alucinante es que haya podido terminar el libro.
¿Por
qué?
Porque
es un libro en el que recogía mucho material y en el que en un momento tenía
muchas dificultades para terminarlo. Y por nada de lo que estamos hablando...
Es la primera entrevista en la que siento que tengo que hablar de cosas que no
son literatura, y no me siento cómodo.
Hablemos
del libro. ¿Qué fue lo más complicado? ¿El tono? ¿La estructura? ¿La historia?
Una
novela es un reto enorme de mil cosas. Una de las cosas más complicadas fue
sostener el tono juvenil de la novela, porque yo iba trabajando y escribiendo y
a veces tenía que detener el manuscrito para trabajar y ganar sueldos que me
permitieran pagar la casa, la luz y el agua, y yo iba creciendo y envejeciendo
y mi personaje seguía de 29 años escribiendo en su habitación de Santa Anita
bajo una gran exaltación, que no era la que yo tenía en la vida real.
¿Cuándo
te diste cuenta de que tendría más de 500 páginas?
No
me di cuenta. En la primera versión tenía 900 y luego fui editando hasta que se
convirtió en una de 500. Al principio era un material muy largo; es una novela
que narra 10 años en la vida de un chico. Cuando yo dejé los trabajos que tenía
para escribir esta novela, me dije: "Voy ver si soy capaz de terminar una
novela". Y eso fue lo que hice. No escribí para ganarme todas las
etiquetas que han salido. ¡Yo no soy especialista en marketing! Yo soy un
escritor que está feliz de haber terminado un libro. Una novela.
PERSONAJE
Y AUTOR
Jeremías
Gamboa tiene 38 años. Se inició en el periodismo a los 19, como practicante en
la revista Caretas, y luego ingresó al Grupo El Comercio, en el que ascendió
hasta el cargo de subeditor de la revista Somos. A los 26, luego de una crisis
física y existencial en la que se conjugaron el exceso de trabajo, los estragos
causados por la bohemia y sus ganas de convertirse en escritor, renunció al
periodismo.
En
2007 publicó el libro de cuentos Punto de fuga, que fue elogiado por Vargas
Llosa. Cinco años después culminó la redacción de su novela. Se la mostró al
Nobel, quien, gratamente impresionado, le habló de él a su agente literaria,
Carmen Balcells. La Mamá Grande del Boom leyó el original y fichó a su autor de
inmediato. En octubre de 2012, en la Feria Internacional de Frankfurt, anunció
el lanzamiento de su novela como un acontecimiento internacional. El País lo
eligió como uno de los cinco Nuevos Escritores Latinoamericanos. La Razón,
también de España, publicó un artículo titulado "Jeremías Gamboa o cómo
triunfar antes de publicar".
El
hecho de que algunos datos de la novela se correspondan con hechos de tu vida
real puede hacer pensar que es una novela casi autobiográfica.
Los
personajes de una obra de ficción son materializaciones de ciertas proyecciones
tuyas que no responden a la realidad, que responden más bien a deseos y a
temores. A Gabriel le pasan cosas que a mí no me ocurrieron. Vive cosas que yo
hubiera temido vivir y vive cosas que yo hubiera deseado vivir.
¿Te
has topado con gente que cree que tú eres Gabriel Lisboa?
Todo
el tiempo. Y eso es un halago porque siento que el libro tiene tal nivel de
soberanía que la gente cree que eso ocurrió, que Gabriel soy yo y que esas
cosas me pasaron a mí. Gabriel tiene dos diferencias muy grandes conmigo:
primero, es mucho más listo que yo. Escribe su novela de un tirón, a los 29
años, mientras que yo la he escrito a lo largo de cinco años, sufriendo. Lo
otro es que ha tenido muchas más dificultades que yo. No tiene padres. Vive en
Santa Anita, un sitio mucho más alejado de la Universidad de Lima. Yo vivía en
San Luis, me iba a la universidad en bicicleta, y siempre tuve a mi papá y a mi
mamá. Yo podía no trabajar en mi vida.
Hay
un hecho fundamental que sí te ocurrió a ti: dejaste el periodismo a los 26
años.
Pero
no fue como ocurre en la novela. La novela es un lugar en el que tú dramatizas
las cosas. Lo mío fue mucho menos interesante.
Pero
fue un punto de inflexión en tu vida.
Lo
fue, por supuesto. Me di cuenta de que si me quedaba editando revistas no iba a
poder dedicarme a escribir. Y eso es lo que me satisface. Yo te dije que lo más
paja que me ha ocurrido es poder terminar la novela. Que la tenía dentro, esa y
otras, cuando tenía 26 años.
Si
yo ahora me quedase en todo lo que está ocurriendo (alrededor del libro), y que
no es literatura, eso significaría que para mí la literatura no es tan
importante. Y para mí es muy importante. Lo que ocurre en el marketing y en la
prensa lo veo, pero con eso no voy a escribir. Si aceptas la etiqueta
"boom" y te crees que eres el "boom", ¿ya qué vas a hacer
en tu vida? ¡No vas a escribir más!
Es
inevitable pensar en Conversación en la Catedral al leer tu novela. No solo por
el protagonista, un joven periodista limeño, sino por la ciudad, Lima, que es
un personaje más.
Claro.
Yo no he pretendido hacer un fresco de Lima, de la manera cubista y casi
naturalista de Vargas Llosa. Él hizo un estudio... como flaubertino en la
mirada, muy objetivista, y con una visión cubista, de muchos puntos de vista
mezclados, con una visión total, coral, de la Lima de Odría. Si yo pretendiese
hacer una cosa así en la Lima del siglo XXI probablemente me saldría pésimo,
porque Mario es el maestro universal de eso, y porque ya se hizo y porque
probablemente a mí, por mi escaso talento, me habría salido algo derivativo.
Y,
sin embargo, hay críticos que te reprochan eso: no haber hecho en tu novela la
crónica de la sociedad de esa época.
Yo
quiero creer que eso es parte de lo que la categoría "boom" ha
generado en los lectores. No he intentado retratar Lima. Me ha sorprendido,
luego, que Lima se convierta en un personaje. Mi novela es una novela sobre un
chico creciendo. Yo no escribo para representar una zona de la realidad. Para
eso haría crónicas, que también las he hecho. No, yo escribo para hablar de un
estado emocional de un personaje. Me interesaba la lucha de un chico entre
ascender socialmente y el deseo de su vocación. Eso es lo que sufre Gabriel.
Eso es lo que está en la novela. (La República).
A mi me ha parecido una novela muy decente, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de la primera. Es cierto que se respira cierto tufillo a autosuperación, pero en general el discurso es bastante honesto. Y la voz potente y viva.
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