El
bárbaro Rimbaud
Era pequeño, de pelo castaño, con
aire siempre remoto. Tenía unos ojos azules, iluminados. Su padre recibió la Legión de Honor por su
lucha como capitán del ejército francés, en Argel. Su madre era una mujer
estricta, como ocurre con frecuencia en una familia como la de ella, llena de
alcohólicos y bohemios.
Las historias de su infancia
recuerdan que siempre rechazaba vestirse y prefería estar sucio y desnudo,
jugando con desperdicios. Cuando tenía seis años, vio partir para siempre de la
casa a su padre, harto de la vida
doméstica. Su madre, endurecida por la experiencia de estar sola, se convirtió
en una educadora religiosa, inaccesible, que imponía reglas inapelables
mientras asumía con cierto amargo orgullo el título de “Viuda Rimbaud”.
La viuda impuso a sus hijos
Federico y Arthur, el estudio obligatorio del latín. La señora Rimbaud obligaba
a Arthur a memorizar interminables poemas en ese idioma. Si él no los repetía
fielmente, su castigo era no comer. Hasta que Arthur cumplió los dieciséis años
lo fue a recoger al colegio.
Católico ardiente, por entonces
su principal lectura era la Biblia. Pronto se interesó en los cuentos de hadas
y las historias de aventuras. Cuando empezó a descollar en el colegio, su madre
contrató a un tutor, el padre Lhéritier. Gracias a él, Arthur conoce muchos
poemas y empieza a escribir los suyos propios. Su camino estaba definido. Por
esa época se deja crecer el pelo, toma y
escribe textos escatológicos. Luego conoce a su mentor, Izambard, y escribe su
primer gran texto, “Ofelia”.
A los diecisiete años ocurre un
hecho fundamental en su vida. Conoce al delicado, talentoso Verlaine, a quien
Courbet acababa de retratar con un pequeño bigote. Cuando Rimbaud va a
visitarlo, ve a su gran enemiga, la señora Matilde Verlaine, por entonces
embarazada. El encuentro se convierte en un cataclismo de amor. Verlaine y
Rimbaud caminan juntos por París, toman absenta y consumen hachís. Matilde les
declara la guerra. Por fin se ven obligados a viajar a Londres. Cuando se separan, Verlaine empieza a extrañarlo.
El 8 de julio de 1873 le manda un mensaje pidiéndole volver a verse en el Hotel
Liége de Bruselas.
El encuentro es terrible. Ambos
se insultan y se atacan. El 10 de julio, Verlaine le dispara dos tiros a
Rimbaud, hiriéndolo en la muñeca. Eventualmente, Verlaine sería condenado
a prisión y moriría pobre y
abandonado.
Luego de este incidente, Rimbaud
termina de escribir su obra maestra, Temporada en el infierno. Desde el inicio
el poema es una larga aventura verbal, que proclama una poética propia. Uno de
los pasajes de esta aparece al comienzo: “Tuve a la belleza en mis rodillas y
la encontré amarga y la injurié”.
Una nueva edición de Temporada en
el infierno acaba de aparecer en el Perú, gracias a la biblioteca Abraham
Valdelomar de Alberto Benavides. Es un tomo de la colección La Fuente Escondida
que dirige Ricardo Silva Santisteban. La edición facsimilar y bilingüe contiene
una reproducción de la portada de la primera edición, de 1873. La traducción,
el prólogo y las notas son de Miluska Benavides. El placer es nuestro. (Por Alonso Cueto)
Más sobre Rimbaud: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rimbaud.htm
DELEÍTESE CON UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO
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