Intelectual
venezolano, Luis Britto García, defensor confeso del proceso bolivariano de su
país, tiene una lectura interesante del acontecer mundial.
MÉRITO LITERARIO
El escritor venezolano Luis
Britto García nació en Caracas (Venezuela) el 9 de octubre de 1940. Doctor en
Derecho por la Universidad Central de Venezuela. Premio Casa de las Américas
por “Rajatabla”, en 1970, y por “Abrapalabra”, en 1979. Premio Latinoamericano
de Dramaturgia Andrés Bello por “La misa del esclavo”, en 1980. Premio Ezequiel
Martínez Estrada, en 2005, por “Dictadura mediática en Venezuela: investigación
de una prensa por encima de toda sospecha”. Premio Nacional de Literatura
(Venezuela), en 2002, por el conjunto de su obra.
El escritor venezolano estuvo de paso por Lima para la XVII FIL Lima. En su alojamiento del hotel Ariosto, brindó esta entrevista a La Primera, en la que la literatura sucumbe a la política.
En 2011, Venezuela fue
el país invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Lima. Sin
embargo, sus escritores fueron silenciados en la mayoría de los medios. ¿Qué
opina de eso?
—Es posible. Hay
una especie de conjura de los medios nacionales e internacionales contra el
proceso bolivariano. En todo caso, no se podría ignorar un país en el que 50.8%
de la población lee; lee libros, además. Eso nos ha situado en el tercer puesto
de países latinoamericanos lectores, cosa que es asombrosa.
—Entre los invitados del año pasado estaba Gustavo Pereira.
—Entre los invitados del año pasado estaba Gustavo Pereira.
—Sí, un gran poeta.
—El inventor de los
somaris.
—Claro, los
somaris, una forma de poemas un poco breves, con unos aires de las rubaiyatas…
—Usted ha escrito un texto sobre la verdadera deuda externa, en el que utiliza al personaje Guaicaipuro Cuactemoc, y en el que aparece el Fondo Indoamericano Internacional.
—Ese es uno de mis textos que ha recibido el gran honor de pasar a ser anónimo. Lo publiqué poco antes de 1992 en un periódico, con mi firma, pero el embuste pareció tan bien metido, que poco a poco lo empezó a reproducir todo el mundo y, afortunadamente, perdió el nombre de autor. Mucha gente cree que en verdad existe Guaicaipuro Cuactemoc.
—Usted ha escrito un texto sobre la verdadera deuda externa, en el que utiliza al personaje Guaicaipuro Cuactemoc, y en el que aparece el Fondo Indoamericano Internacional.
—Ese es uno de mis textos que ha recibido el gran honor de pasar a ser anónimo. Lo publiqué poco antes de 1992 en un periódico, con mi firma, pero el embuste pareció tan bien metido, que poco a poco lo empezó a reproducir todo el mundo y, afortunadamente, perdió el nombre de autor. Mucha gente cree que en verdad existe Guaicaipuro Cuactemoc.
—¿Cómo se llamaba el
texto?
—“Guaicaipuro
Cuactemoc cobra la deuda a Europa”. Guaicaipuro es uno de nuestros grandes de
la resistencia Caribe y Cuactemoc, de la resistencia azteca. Enfatizo
un poco sobre la enorme deuda económica contraída por Europa con el Nuevo Mundo
a costa del genocidio de la Conquista. Esos millones de kilos de metales
preciosos, entre otras cosas, aseguraron la hegemonía de España en Europa, la
hegemonía europea, el nacimiento del capitalismo, el triunfo de la Europa
cristiana contra los musulmanes; sin ese dinero no habría habido batalla de
Lepanto ni la flota de Lepanto. El mundo moderno nace de ese enorme saqueo de
riquezas que se hizo al Nuevo Mundo. Si se hablaba en esa época de que América
Latina debía una deuda, la que debía el Nuevo Mundo a América Latina
era incomparablemente mayor. Hay antropólogos que creen que en verdad existe
ese dirigente indígena y yo no los desmiento.
—Deja que continúe esa
ficción en la realidad.
—Sí. El texto es un
ataque también contra la lógica del capitalismo. Si ponemos esos dieciséis
millones de plata que llegaron en menos de un siglo a Europa, a interés
compuesto, actualmente no habría dinero en el mundo para pagarlo. Es la lógica
del Fondo Monetario Internacional que nuestros países deben cancelar esa deuda
para la que ellos mismos variaron los intereses. Paradójicamente, ahora esa
Europa tiene una deuda de más del 100 % de su producto interno bruto. América Latina
debe en promedio 34%. Venezuela, el 23%. España 120%. Italia, más del
100%. Francia también. Japón debe 240% de su PBI anual, lo que
es asombroso considerando el gran producto interno de Japón. Mientras que
nosotros somos los moderados. Eso despierta una duda sobre la lógica del
capitalismo. Cómo es posible que potencias deban cifras que en conjunto ninguno
pude pagar. Ese es un sistema que no tiene lógica.
—Y España está en
declive.
—Yo estuve en
Italia hace poco. Están arrojando a la calle 24 mil empleados públicos. Hay una
tasa de suicidio de 3 personas al día. Es una situación muy seria. Se han invertido
los papeles.
—El caso de Islandia es interesante.
—Sí. La
desaparecieron comunicacionalmente, porque se negó a pagar la deuda. Los
islandeses dijeron que los gobernantes que contrajeron la deuda ya habían sido
depuestos, y, por lo tanto, se negaron a pagarla. Y es un concepto que lo
inventó Estados Unidos: la deuda odiosa. Cuando Estados Unidos interfirió
en la Guerra de la Independencia cubana, había una deuda de Cuba hacia España,
y Estados Unidos se negó a pagarla porque dijo que era una deuda
odiosa, que no se podía pagar, que había sido contraída en condiciones que
dificultaban el consentimiento libre y entrababan las posibilidades de
supervivencia del ente político. Ese es el mismo concepto que están aplicando
ahora los islandeses, y que se debería aplicar en diversas partes del mundo.
Por otra parte, los acreedores variaron unilateralmente las tasas de interés.
América Latina contrajo su deuda a unas tasas muy tentadoras de 3% y
repentinamente poco antes del atascón de la deuda de los años 80, nos elevan
unilateralmente a 15%.
Fenómeno de los
indignados en Europa y Estados Unidos no son nada nuevo en América Latina,
dice Britto García.
—¿La quintuplicaron para hacerla impagable?
—Para hacerla
impagable. Lo grave es que esas deudas públicas ahora las tiene que pagar el
pueblo a través de los impuestos. Entonces, de allí las condiciones
insostenibles para las masas en todo el mundo, sobre todo, paradójicamente, en
el mundo desarrollado; y del surgimiento de movimientos sociales de protesta.
En ese sentido, Venezuela fue pionera. En Venezuela se
intentó imponer un paquete económico del Fondo Monetario Internacional y en
febrero de 1989 todo el país se alzó espontáneamente contra ese paquete. Hubo
una semana de ley marcial, durante la cual perecieron millares de venezolanos,
para imponer ese paquete; sin embargo, eso deslegitimó al gobierno de la socialdemocracia.
—El Caracazo.
—Sí, pero no fue
solo en Caracas, fue en todas las ciudades del país, incluso en el campo. Eso
no fue organizado por ningún partido ni ninguna gran figura: fue una reacción
espontánea.
—Ha sorprendido bastante en estas épocas las protestas de los indignados, los Occupy Wall Street… que se repiten en Europa y los Estados Unidos.
—Es que no debe
sorprendernos. En Ecuador, los movimientos sociales derrocaron como seis
presidentes consecutivamente. En Bolivia también. En Argentina acabaron
con un gobierno y llegaron a enrumbar al país. América Latina, en ese
sentido, fue pionera. Nos hablan ahora de los indignados, pero nosotros
llevamos muchísimo tiempo indignados. Nosotros nos indignamos hace tiempo.
Paradójicamente, se da ese fenómeno curioso, del mundo desarrollado que imita
o, por lo menos, sigue esas experiencias latinoamericanas.
—Günter Grass ha escrito, en un artículo disfrazado de poema, sobre una posible guerra preventiva a Irán. ¿Qué opina sobre eso?
—Günter Grass ha escrito, en un artículo disfrazado de poema, sobre una posible guerra preventiva a Irán. ¿Qué opina sobre eso?
—Los hidrocarburos se
van a agotar en un lapso no bien determinado. Algunos lo fijan en 40 años;
otros lo extienden un poco más. Eso implica que las potencias imperiales van en
una desesperada carrera por confiscar la energía fósil del mundo, en
lugar de tener planes lógicos para desarrollar otras fuentes de energía; su
lógica es la de los saqueadores: se quieren apoderar de las reservas de energía fósil
de Oriente Medio, de América Latina, porque el plan New American Century,
desarrollado por un tanque de pensamiento de Estados Unidos, dice que Estados
Unidos no va a ceder nada en su pretensiones y en su estilo de vida y
tiene el poderío militar para mantenerlo… ¿De qué se trata todo esto? Es una
gran operación de saqueo para que Estados Unidos y otras potencias
aliadas confisquen las energías del
planeta y puedan intentar la prolongación, durante algunas décadas, de su
estilo de vida derrochador. Es una operación patética, porque, después de todo,
la energía fósil no es renovable.
—Estamos hablando de que en el año 2050…
—Estamos hablando de que en el año 2050…
—El año 2060, más o
menos. Hay dos películas que a mí me encantan citar. Mad Max II y Mad Max III. La
primera es muy mala, pero la segunda es una parodia de la Iliada alrededor
de la última refinería del mundo: una serie de bárbaros despedazándose por un
poco de gasolina. Y la tercera es una civilización posmoderna donde todos los
contratos tienen validez, basado en el gas de metano… y la barbarie también.
Son películas aparentemente fantásticas, pero que para mí no.
—Cambiar el tipo de energía es toda una revolución, es cambiar el eje de poder, que actualmente es petrolero.
—El poder sobre el
petróleo, porque en realidad quienes menos tienen parte en ese festín de poder
son los países árabes, Venezuela… Fíjese, en primer lugar, había que
rediseñar el consumo energético. En parte, la crisis energética se
debe en que en cada gran ciudad millones de personas van derrochando combustible
para trasladarse (ir al trabajo, etc.). Esa comunicación se podría hacer desde
sus casas, donde estén. El espacio más caro es el espacio en el centro de
las ciudades; sin embargo, se utiliza ocho horas. A partir de la hora de salida
de trabajo, el centro de la ciudad es un sistema desierto. Debemos dedicar el
resto de energía fósil a crear energía eólica, hidroeléctrica, geotérmica… energía nuclear
también. Todas las energías tienen sus contradicciones, pero se puede usar de
manera sabia.
Marco Fernandez
Editor cultura
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