A este gran escritor le conocí en el Centro Cultural de España, cuando dictó el curso "Cómo sacar un personaje de la manga" . Excelente.
La obra de Juan
Bonilla es tan variada que no permite adjudicarle una etiqueta como escritor.
Ha publicado todo tipo de historias y en los más diversos tonos y, en casi
todos los casos, bordea una genialidad elaborada con imaginación y con oficio.
Un sujeto de inteligencia afilada –y muy discreto- que está construyendo una de
las obras literarias más singulares y completas de la narrativa española
contemporánea porque sus textos estimulan la lectura, propagan la belleza y nos
hacen reflexionar y divertirnos a la vez. Bonilla sigue conservando la
curiosidad que le llevó hasta el periodismo antes de convertirse en escritor
total. O simplemente en escritor. Es, además, un “enfermo de coleccionismo de
libros”. ¿Cómo no admirar a Juan Bonilla?
Resulta difícil concretar
qué género literario predomina en el conjunto de su obra, compuesta por poemas,
novelas, relatos, artículos de opinión…
Si es cuestión de
predominio, es decir, una cuestión numérica, parece claro que los artículos, de
opinión o crítica o intervención, se llevan la palma, tanto en número de piezas
como en cantidad de páginas. Así que supongo que lo mejor será que no sea una
cuestión de predominio. Siempre me ha resultado muy extraño que extrañe tanto
que un escritor se dedique a todos los géneros a su alcance, o sea, que se
dedique a escribir.
Desde su primer
conjunto de relatos, El que apaga la luz (1994), las solapas de sus libros sólo
dan cuenta de su obra literaria y nada dicen de su vida. ¿Por qué este interés
extremo por mantener oculta su vida privada?
No obedece a
ninguna intención predeterminada, ni ganas de ocultar nada. Es sencillamente
que, cuando me pongo a redactar esas notas de solapa, no me parece que tenga
sentido decir si tienes hijos o eres doctor en algo. Con unos cuantos títulos tuyos
que den pistas al lector por si le apetece asomarse a alguno de ellos, creo que
es bastante.
¿Cómo vive entonces
esta exigencia cada vez más acuciante de sacar al escritor de su reducto íntimo
y exponerlo como objeto de consumo?
A veces con ganas
de juerga y otras como si no fuera conmigo. Hace poco el dueño de la librería
Proteo pidió a unos cuantos escritores que posaran una hora en los escaparates
de su librería bajo un cartel de SE VENDE. Mis amigos Garriga Vela y Pablo Aranda
dijeron que no, y yo les convencí de que le echáramos una mano a un librero,
que vale, lo de SE VENDE era un poco excesivo, pero podíamos cambiar el
cartelito. Yo pedí ES MEJOR PEDIR QUE ROBAR. Bueno, pues nada, me uní a la
fiesta encantado, nada de reducto íntimo ni tonterías. A veces te apetecen
estos espectáculos banales y otras no, para nada, depende de dónde estés y con
quién tengas que posar. No creo que exponerse mucho haga mejor ni peor escritor
a nadie, como vivir en una guarida no te convierte en Salinger, como ser un
borracho no te convierte en Bukowski.
Hace pocos meses
reseñé su novela Prohibido entrar sin pantalones y escribí que “Bonilla es uno
de los literatos que escriben para estimular la lectura, propagar la belleza y
hacernos reflexionar”. ¿Me equivoqué al escribir ésto?
Creo que todos los
escritores tratan de estimular la lectura, aunque sólo sea la lectura de su
propia obra, porque la lectura vive fundamentalmente de estímulos, por
difíciles o áridos que sean algunos estímulos. Y todos los libros conducen de
una manera u otra a otros libros, lo cual no dice nada bueno ni malo de ellos.
No hay libro autosuficiente: para leer cualquiera de ellos, desde La Biblia a
la poesía de Gamoneda, hacen falta otros libros. En cuanto a la belleza y la
reflexión, son conceptos muy lábiles.
Algunos temas
recurrentes en su obra son la identidad, la intimidad, el insomnio, la
enfermedad o los viajes. ¿Cree que hay temas más apropiados para la poesía que
para la prosa?
Hay temas que en su
esencia tienen un componente de narratividad que otros no. Pero es la vieja
disputa entre épica y lírica, más que entre poesía y prosa, porque entre otras
cosas, en la prosa puede haber mucha poesía. Así que sí, claro, para todo lo
referente a intimidad, temores del uno mismo, soledad, parece que la lírica
ofrece mejores herramientas. Ahora, si necesitas desarrollar la peripecia épica
de alguien involucrado en negocios turbios que alcanza el poder y luego lo
pierde, pues obviamente parece que la prosa ofrece mejores herramientas. De
todas maneras estoy en contra de las reglas, las etiquetas y los a prioris. Me
parece que no sirven de nada.
Se ha confesado en
alguna entrevista como un nihilista. ¿Ha perdido también la fe en la razón, si
es que alguna vez la tuvo?
Nihilista activo,
que conste. No nihilista a la manera de los rusos que tiraban el rifle y se
tumbaban en el suelo y decían, bah, para qué, si no hay Dios y el Zar está que
da vergüenza verlo. Lo que yo digo es que lo que hay es suficiente, es
suficientemente hermoso, es suficientemente enigmático, es suficientemente
terrible, es suficientemente suficiente como para no buscarle una explicación
espiritual o trascendental. Ya hay suficiente trascendencia en la
intrascendencia por acogerme a Pessoa. Ahora, la razón no tiene nada que ver
con eso, no soy tan pomposo de pensar que yo llevo razón en mi apuesta: es sólo
una manera de estar, un manojo de sensaciones. En la razón hay que confiar
hasta donde nos deje la razón, porque el sueño de la razón produce monstruos,
que es una frase a la que siempre se le da la vuelta para malinterpretarla. Lo
que dice el grabado de Goya es que el sueño (es decir, el hecho de quedarse
dormido) de la razón es lo que produce monstruos, que si la razón no vigila,
vienen los monstruos. Claro que la razón llevada a su exacerbación, perdida su
humanidad, también puede ser monstruosa.
¿Por qué dice que
solo ha publicado un solo libro de cuentos?
Lo decía antes de
Tanta gente sola, porque me limitaba a ir reuniendo los relatos que hubiera
escrito cuando tocaba reunirlos en volumen, y en esencia eran un mismo libro dividido
en cuatro volúmenes. Tanta gente sola tiene unidad. Una manada de ñus, también.
¿Piensa que el
género del cuento está ganando adeptos?
Parece que está
ganando cuentistas, eso es innegable. Y lectores también debe estar ganando, si
no, no podría explicar que Tanta gente sola haya sido publicada en edición de
bolsillo y se haya reimpreso.
¿Cuándo empezó a
escribir poesía? ¿Y a leerla? ¿Quiénes eran entonces sus autores preferidos? ¿Y
quiénes son ahora?
En la adolescencia,
tanto a escribirla como a leerla. Se diría que la poesía es de esos géneros que
necesita poetas tanto detrás como delante del poema, que el poema que nos
gusta, aunque lo haya escrito otro, nos convierte en poetas y nos exige que lo
intentemos. Por lo menos, eso me pasó a mí en la adolescencia. Me gustaba
Pessoa, el que más me gustaba. Me sigue gustando mucho, pero también Gottfried
Benn y T.S. Eliot y otros muchos, no acabaría nunca de nombrarlos.
Ha traducido a
Housman y a T.S. Eliot. ¿Cómo afronta la traducción de un poema, busca ser fiel
o una versión más libre? ¿Cree que es preferible ser poeta para traducir
poesía?
En ambos casos el
aspecto formal del poema era muy importante. Housman escribía o canciones o
epigramas, y siempre con rima, lo que dificultaba la traducción literal. En el
caso de Eliot fue un juego, porque es un libro para niños sobre gatos donde la
rima es indispensable. Creo que hay que ser poeta para traducir poesía, incluso
aunque el traductor no escriba poemas, si traduce poesía y la traduce bien y el
resultado son buenos poemas, el traductor es poeta.
De las cinco
novelas que ha escrito, ¿con cuál de ellas se queda?
¿Es necesario
elegir? ¿Serviría para algo? ¿Ganaría un premio por elegir?
(…)
Le tengo mucho
cariño a la primera, Yo soy, yo eres, yo es… Creo que la mejor es Prohibido
entrar sin pantalones.
Su novela Nadie
conoce a nadie fue llevada al cine por Mateo Gil en 1999. ¿Le gustaría ser
guionista de tus propias adaptaciones cinematográficas? ¿Cuál de entre sus
otras novelas o relatos le gustaría ver en un futuro en la gran pantalla?
No, no me gustaría
ser guionista, me propusieron hacerlo con Nadie conoce a nadie y no sirvo. De
las demás, no sé, la verdad.
¿Podría
describirnos un día cualquiera en su vida?
Me levanto cuando
me despierto, porque antes es difícil ya que no soy sonámbulo. Café, correo,
cigarrillo, ducha, trabajo, descanso, cocina, etcétera. Una vida apasionante,
como todas.
¿Su vida es como la
imaginó?
Nunca se me ocurrió
imaginarme cómo sería mi vida. El trabajo de vivirla me impide agotarme en
imaginaciones.
¿Cuáles son las
cualidades que más aprecia en la gente, en sus amigos?
Me haces preguntas
que no me hago nunca y que no me apetece hacerme. No lo sé, repaso a mis amigos
y no hay nada que los uniforme, son amigos míos por causas distintas, por
casualidades, por el cariño. No hay, otra vez, una ley o una regla que sea de
oro. En unos aprecio la valentía, en otros la fidelidad a sí mismos, en otros
la infidelidad a quienes fueron, es que depende…
¿Con qué odia
perder el tiempo?
Con todo aquello
que me suponga un esfuerzo enorme y se podría haber hecho con la mitad de esfuerzo
y el mismo coste. Con las cosas de las que se sale rebotado, con rencor, con
mal rollo.
¿Alguna
recomendación para los jóvenes o los noveles que están intentando abrirse
camino en el mundo literario?
Que lean todo lo
que puedan.
Sus editoriales
favoritas son…
¿De ahora?
Pre-textos y Zut Ediciones. ¿De todos los tiempos? Me encantan los libros que
hacían en los años 30 en Faber & Faber. También los libros de la editorial
Signo que cuidaba Juan Ramón Jiménez.
¿A qué le tiene
miedo Juan Bonilla?
Al miedo.
Una razón para
leerlo, señor Bonilla.
No se me ocurre
ninguna que no suene a eslogan barato, así que pasopalabra.
Saramago afirmaba
que escribir es un trabajo, que el escritor no es un ser extraordinario que
espera las hadas. ¿Está de acuerdo?
Es una obviedad,
¿alguien ha creído alguna vez de veras que el escritor es alguien que espera a
las hadas?
Cuando escribe,
¿qué busca?
Que las palabras
sepan decir lo que quisiera que quedara dicho.
¿Piensa en un
lector determinado al crear?
Sí, en el chaval
que yo era cuando devoraba libros a los 20 años.
¿Tiene alguna
superstición a la hora de escribir?
Asegurarme de que
el ordenador está encendido.
Para escribir no
puede faltarle…
Oxígeno.
¿Es disciplinado
para escribir o espera a que llegue la inspiración? ¿Dónde escribe? ¿Cuándo?
¿Tiene manías, horarios o un lugar especial?
Ninguna disciplina.
Escribo donde puedo, la mayor parte de las veces aquí mismo, en casa, en mi
sitio, pero también puedo en otros lugares. No tengo horarios, ni manías ni
nada de eso.
¿Corrige mucho? ¿Es
muy perfeccionista?
Corrijo mucho, sí,
no sé si eso es ser perfeccionista o sólo que mis primeras versiones son un
horror.
¿Qué sería de su
vida si no pudiera escribir?
Me resulta difícil
imaginarla, así que preferiría no hacerlo.
¿Recuerda cuándo
fue la primera vez que se sintió escritor?
Perfectamente. Me
tallaban para la mili. Me declaré insumiso. Era estudiante y podía pedir
prórroga y esperar, pero no, decidí declararme insumiso enseguida. Me
preguntaron a qué me dedicaba, y aunque aún no había escrito más que unos
poemas y unos artículos, dije: soy escritor. El tipo me miró con desprecio,
“¿escritor? ¿Escritor de qué?” “Escritor, repetí”. Cogió mi cartilla militar,
iba a tachar la cubierta donde estaba mi nombre, pero en vez de tacharla con el
boli que tenía le pidió a un compañero un rotulador rosa. “Pásame el rotulador
rosa, que aquí hay una maricona que no quiere hacerse hombre”, dijo. Y tachó mi
nombre en la cubierta de la cartilla militar. “Recibirás noticias, escritor”,
me dijo el tipo, y a la cárcel de cabeza.
¿A quién le deja
leer sus manuscritos antes de ser editados?
A mi mujer, a un
par de amigos, a mis editores.
¿Cuáles son sus
afinidades literarias?
No entiendo bien la
pregunta. Tengo afinidades con infinidad de autores. Si respondo como lector,
sería inacabable hacer el listado, porque tengo muy buen estómago y me gustan
cosas muy distintas.
¿Hay algún
estereotipo de escritor en el que odiaría caer?
Si tuviera veinte
años tendría respuesta para esta pregunta, pero ahora, cerca de los cincuenta,
sé que ya no voy a caer en esos estereotipos odiosos. Por ejemplo el del
escritor muy premiado que habla pestes de los premios y dice que es un
perseguido a pesar de que todos los veranos las universidades se disputan su
presencia.
¿Necesita silencio
para escribir o le gusta escuchar música?
Silencio, voces de
vecinas en la calle, un coche que pasa, la música del día a día.
¿Cómo se
clasificaría como escritor?
Es una pregunta
para otros. Nada que declarar.
¿Cómo podemos
adquirir herramientas para saber mirar?
El aprendizaje es
lento, y la aventura debe ser personal, por eso es tan extraordinaria.
¿Por qué leer?
Cambia el verbo por
cualquier otro, y la respuesta es la misma. ¿Por qué follar? ¿Por qué viajar?
¿Por qué cantar en la ducha? Pues porque nos hace mucho bien, porque nos hace
sentir menos solos, porque llenamos de cosas esa despensa que se llama
experiencia.
¿Leer es vivir?
Todo es vivir. Esa
distinción que se suele hacer entre la literatura y la vida es una tontería.
¿Por qué nadie diferencia el fútbol de la vida? Pues porque el fútbol pertenece
a la vida. Sería estúpido que cuando estás jugando al fútbol te dijeran: no
estás viviendo. ¿Qué es vivir, entonces? Pues jugar al fútbol, leer, ir a
trabajar, un montón de verbos, casi todos los verbos, menos morir, supongo. Así
que claro que es vivir.
¿Qué tipo de lector
es?
Paciente y
constante, pero muy variado. Hagamos la prueba: qué libros estoy leyendo ahora:
Diario de otoño de Pániker, que me quedan 15 páginas, una novela negra de Denis
Johnson que he empezado esta mañana en el desayuno, Doctor sueño de Stephen
King, las Memorias líquidas de Enric González. De poesía, Los eidos de
Novoeyra.
¿Qué ha aprendido
de sí mismo leyendo que no hubiera podido aprender solo?
No hubiera podido
aprender de ninguna de las maneras cómo el arte, al querer conquistar la vida,
necesitó de la política para fabricar la monstruosidad del fascismo y para
dotar de efervescencia intelectual al comunismo. Es sólo un ejemplo. No hubiera
podido aprender solo, sin leer, cómo fue la conquista de América. Tantas y
tantas cosas.
¿Cuál es su sitio
preferido para leer?
Una silla que tengo
en el jardín, al lado del naranjo.
¿Quién le enseñó a
leer?
Don José Campos, mi
profesor de EGB.
¿Cuáles fueron sus
primeras lecturas?
Periódicos
deportivos, que era lo que entraba en mi casa. Había también unos cuantos
libros del círculo de lectores y una enciclopedia, la enciclopedia Labor.
¿Qué libros le han
emocionado en su vida?
Son tantos que no
puedo listarlos.
¿Cuáles son sus
autores preferidos?
Nabokov, Scott
Fitzgerald, John Cheever, Tobias Wolf, Raymond Carver, Borges, Cernuda, Pessoa,
Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Alberto Hidalgo.
¿Qué título reciente le ha dejado sin aliento?
22/11/63 de Stephen
King. Es la mejor novela sobre viajes en el tiempo que he leído nunca.
¿Un libro que relea con frecuencia?
Los aforismos de
Karl Krauss.
¿Cuántas horas
diarias dedica a la lectura?
Depende. Unos días
muchas y otros días pocas, depende del trabajo. Pero suelen ser muchas porque,
de las cosas que no te exigen un esfuerzo físico, es la que más me gusta.
¿Cuáles son las
claves de un buen lector?
No tengo idea.
¿Hay algo mejor que
hacer que leer?
Pero ¿es necesario
elegir? No creo que sea necesario, no creo que leer entre en disputa con otras
actividades placenteras o profundas o divertidas o maravillosas. En cualquier
caso tendríamos que ser concretos, porque entre ver en el bar un Real
Madrid-Barcelona y leer las memorias de Belén Esteban, prefiero lo primero,
aunque lo segundo sea leer.
La lectura, ¿va a
menos?
¿A menos que
cuándo? No nos engañemos, en este país nunca se leyó mucho, y el hecho de que
se haga mucho ruido con libros llenos de memeces, no significa nada. Parece que
sí, va a menos, si nos dejamos llevar por el hecho de que en 1982 yo leí El
árbol de la ciencia porque estaba en el programa de 2º de BUP, y hoy ese libro
sólo se lee en último curso de Filología. Pero luego, mire las librerías, están
hasta los topes de libros, y muchos de esos libros son excepcionales, así que
alguien tiene que leerlos, no, alguien tiene que darles vida.
¿Qué es el libro
para usted?
Muchas cosas, desde
cofre del tesoro a compañero de viajes a ataúd donde está encerrado el cadáver
de alguien. Muchas cosas. Una caja fuerte a veces cuya combinación no sé, una
cabina que me conecta con una voz del pasado. Muchas cosas.
Como editor [es el
responsable de la editorial Zut], ¿qué piensa de la invasión masiva de
publicaciones? ¿Los muchos libros matarán al libro?
Es una posibilidad,
un riesgo que hay que correr. La producción de libros se ha abaratado lo que
permite la posibilidad de que se editen muchas cosas y sean muchos los que la
editan. Pero merece la pena correr ese riesgo, porque la otra cara de la moneda
-los pocos libros- eso sí que sería la muerte segura.
¿Cuál es su
relación ahora con los libros?
Pertenecen a mi
cotidianeidad, están por todas partes, los sigo comprando, los sigo buscando.
Es una relación plena, por decirlo así.
¿Cómo los cuida?
Poniéndolos en su
sitio cuando los saco. Poco más.
¿Los presta?
No.
¿Hay algún olor que
relacione con los libros?
Claro, el olor a
libros. Me gustaba mucho cómo olía la librería Renacimiento en la calle Mateos
Gago de Sevilla. Otras librerías de viejo, que huelen como a exceso de
detergente, me gustan menos. Mi ejemplar del primer libro de Pedro Salinas
huele a naranjas, perteneció a Américo Castro, lo compré en Estados Unidos y no
sé por qué huele a naranjas, pero huele a naranjas.
¿Dónde suele compra
los libros?
Ahora por internet,
en iberlibro o uniliber o todocolección casi siempre.
Las librerías de
viejo son para usted…
Una forma como otra
cualquiera del paraíso perdido.
¿Cuándo fue la
última vez que pensó que se había gastado demasiado dinero en un libro?
Hace una semana,
que me salió al paso un libro de la vanguardia peruana y piqué, pero seguro que
se me pasa. En cuanto pasen unos años estaré muy contento de haber picado.
¿Cuántos libros
suele comprar en un año?
No podría hacer el
cálculo. También recibo muchos.
¿Alguna manía u
obsesión con los libros?
Las cubiertas. Si
los compro, tienen que tener la cubierta y la sobrecubierta en caso de que se
editara con ella. Odio los libros encuadernados.
Usted recibe
novedades editoriales. ¿Qué hace con los ejemplares que no le interesan?
Se las cambio a un
librero de viejo por algo que tenga él y me interese.
¿Alguna mitomanía?
Tengo un ejemplar
firmado por Salinger, así que las mitomanías quedaron atrás.
¿Posee ex libris?
No.
¿Están sus libros
limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?
Nunca los subrayo
ni los ensucio con notas ni los marco.
¿Qué opina de ese
fenómeno comercial que es la Feria del Libro?
Que debería ser
como la Feria del Libro de Moyano: perpetua. Así dejaría de ser comercial, se
constituiría en costumbre.
¿Tiene libro
electrónico?
No.
¿Qué opinión tiene
sobre el libro electrónico?
Ninguna.
¿Cómo luchar contra
la copia ilegal de libros electrónicos?
Me temo que es una
batalla perdida, desde el mismo momento en que la reproducción de archivos es
cosa tan fácil, tan facilitada por la tecnología. Tendría que erigirse una
conciencia de responsabilidad que ya no va a erigirse de ninguna de las
maneras. Así que deben buscarse otras alternativas porque copias ilegales va a
haber igual dado que los piratas están orgullosísimos de su oficio.
¿Cuál es el futuro
del libro?
Su único futuro es
su pasado: proliferarán las librerías de viejo.
Decía Marguerite
Yourcenar que una de las mejores maneras de conocer a alguien es ver sus
libros. ¿Hay muchos libros en su biblioteca?
Sí, hay muchos.
¿Cuál es el número
idóneo de libros para su biblioteca?
No lo sé,
ateniéndonos al espacio que ocupan y el espacio del que dispongo, diría que la
mitad de los que tengo.
¿Qué género
predomina en la suya?
Por volumen la
narrativa; por número de ejemplares, la poesía. Debo tener tres veces más libros
de poemas que novelas y libros de relatos, pero ocupan menos al ser tan
delgaditos.
¿Cómo la clasifica?
Por puro azar. Mi
biblioteca parece una librería de viejo. Lo ideal sería clasificarlo por orden
alfabético y sin distinción de géneros, pero ya me he acostumbrado a su
desorden.
¿Alguna
peculiaridad?
Los fotolibros.
Tengo muchos. Me gustan mucho los fotolibros.
¿Cómo debe formarse
una biblioteca?
De la manera más
natural posible. Primero sólo los libros que leas. Luego libros que aunque no
leas sientas que algún día leerás o te servirán de ayuda.
¿Dónde ha
conseguido los libros más curiosos de su biblioteca?
Algunos en
internet, otros en librerías del otro lado del Atlántico. Cuando viví en Roma
compré muchos libros en el rastro de Porta Portesse, algunos de Huidobro, otros
de Luis Rosales. En Buenos Aires compré Descripción del cielo de Alberto Hidalgo,
que es seguramente el libro más hermoso que produjo la vanguardia
latinoamericana. Cada poema es un cartel. En Miami, Cinco metros de poemas de
Oquendo de Amat, otro libro mítico.
Es un reconocido
bibliófilo. ¿Cómo va su biblioteca invisible?
Crece más que la
visible, porque aunque sigo cumpliendo años, no se me fatiga la curiosidad, y
finalmente ocupan tan poco sitio los libros que te gustaría tener y no tienes,
que la sigo ampliando.
¿Cómo describiría
su biblioteca ideal?
Como la mujer ideal
o el hombre ideal o el país ideal o el ideal ideal: inexistente, una
fantasmagoría, mejor ni pensarlo. En cualquier caso, si no hay cerca naranjos o
un balcón que pueda abrirse para que entre el ruido del mundo, no es buena
biblioteca.
¿Cuál es el libro
más raro de su colección?
Seguramente The
Piazza Tales de Melville, que es el volumen donde se publica por primera vez
Bartleby the Scribner.
¿Y el más caro?
Supongo que Nine
Stories firmado por Salinger.
¿Sólo tiene libros
en las baldas o también acumula otro tipo de objetos?
Máquinas de fotos,
tengo unas cuantas y ahí están, en las baldas.
¿Qué libros tiene
en la mesa de noche de su dormitorio?
Nunca leo en la
cama.
¿Hace expurgos con
frecuencia?
Un par de veces al
año.
¿Contiene libros en
otros idiomas?
Sí, claro, incluso
en idiomas que no entiendo. Tengo algunos libros de vanguardia checa y polaca,
por las cubiertas maravillosas, uno de Maiakovski en ruso, alguno en japonés.
¿Qué biblioteca ha
visitado y le ha fascinado?
Unas cuantas. La de
Andrés Trapiello, la de Juan Manuel Bonet, la de Abelardo Linares. Esta última
fue la primera gran biblioteca que vi, cuando yo apenas tenía un centenar de
libros. De repente allí, en su piso de la Avenida de Cádiz, parecía que estaba
toda la poesía española del siglo XX. Impresionante.
¿Y librería?
La de Eliseo Torres
en Nueva York, en cuanto al volumen de libros: un edificio entero en el Bronx.
En cuanto a su originalidad, una librería/burdel en Quito, y otra
librería/peluquería de señoras en San José de Costa Rica. La Strand de Nueva
York también entraría en la puja.
¿Qué biblioteca le
gustaría visitar?
Cualquiera en la
que los volúmenes no sean tan pomposos e impresionantes, y estén guardados en
vitrinas con llaves, que impidan el verdadero placer de visitar una biblioteca:
la conversación.
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Juan Bonilla (Jerez
de la Frontera, Cádiz, 1966) es autor de los poemarios Partes de guerra
(Pre-Textos, 1994), Multiplícate por cero (Hiperión, 1996), El Belvedere (Pre-Textos,
2002), Buzón vacío (Pre-Textos, 2006), Defensa personal. Antología poética
1992-2006 (Renacimiento, 2009) y Cháchara (Renacimiento, 2010); de las novelas
Nadie conoce a nadie (Ediciones B, 1996), Cansados de estar muertos (Espasa,
1998), Yo soy, yo eres, yo es (Planeta, 1998), Los príncipes nubios (Seix
Barral, 2003) y Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013); los libros
de cuentos El que apaga la luz (Pre-Textos, 1994), La compañía de los
solitarios (Pre-Textos, 1999), La noche del Skylab (Espasa, 2000), El Estadio
de Mármol (Seix Barral, 2005), Je me souviens (Algaida, 2005), Basado en hechos
reales (Berenice, 2006), Tanta gente sola (Seix Barral, 2009) y Una manada de
ñus (Pre-Textos, 2013); y los ensayos El arte del yo-yo (Pre-Textos, 1991), La
holandesa errante (Nobel, 1992), Academia Zaratustra (Plaza & Janés, 1993),
Teatro de variedades (Renacimiento, 2002), La Costa del Sol en la era pop
(Fundación José Manuel Lara, 2007), El tiempo es un sueño pop: vida y obra de
Terenci Moix (RBA Libros, 2012) y Catálogo de libros excesivos, raros o
peligrosos que ha dado a la imprenta Juan Bonilla (Secretariado de
Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2012). Ha traducido a Housman y T.
S. Eliot. Su obra ha sido traducida a diversos idiomas, colabora en prensa de
forma habitual y es director literario de Zut Ediciones.
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