LA NOVELA Y LA VIDA
Por José Carlos Mariátegui
SIEGFRIED Y EL PROFESOR CANELLA
I
Si los jueces del tribunal de
Turín hubiesen leído «Siegfried et le limousin»,1 de Jean Giraudoux, no les habría parecido
tan inexplicable e inaudito el extraordinario caso del tipógrafo Mario Bruneri,
reclamado por dos esposas legítimas, con distinto nombre y opuesto sentimiento.
Pero los jueces y los pretores de la Italia fascista ignoran a Giraudoux, no
sólo porque la novísima literatura francesa goza de poca simpatía en una
burocracia rigurosamente fascistizada, sino porque esta burocracia, malgrado
Gentile y Bontempelli, positivista y racionalista a ultranza, se mantiene
adversa en la novela a todo suprarrealismo. Pirandello mismo encuentra poco
consenso en esta categoría social de la cual él se ha tomado anticipada
revancha, incluyéndola en el material de sus caricaturas.
El misterio de la historia del
tipógrafo Mario Bruneri o, más bien del profesor Giulio Canella, puede resistir
al análisis concienzudo de un discípulo de Enrique Ferri. Pero se desvanece a
la primera inquisición de un lector de Giraudoux. Porque es más fácil reconocer
en el tipógrafo Bruneri de trasguerra al profesor Canella de anteguerra, que al
escritor francés Forestier en el estadista alemán Siegfried von Kleist. Sobre
todo después de haberlo reconocido, con una convicción que no debía consentir a
los demás ninguna duda, la señora Canella.
Pero en un país aristotélico y
tomista, educado judicialmente por Garófalo y Ferri, un sobreviviente de la
guerra, recogido moribundo y amnésico de la trinchera, que durante ocho años ha
perdido su verdadera personalidad, no puede ser de pronto reconocido y
recuperado por su esposa, ni reconocerse y recuperarse a sí mismo. La policía y
los tribunales continuarán atribuyéndole un nombre, una esposa y una
personalidad que no son suyas.
II
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