lunes, 29 de julio de 2013

♠ FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA (II) O FIP, INVITÓ NOMBRES ALLEGADOS Y NO POETAS Y POESÍA

ESCRIBE: GABRIEL RUIZ ORTEGA
FOTOS: JAIR UZZIEL

ES PARA CELEBRAR, SIN DUDA. Gracias a los buenos oficios de Renato Sandoval, hemos sido testigos de la segunda edición del Festival Internacional de Poesía, FIP, llamado a ubicarse a la al­tura de la tradición poética peruana. Durante el siglo pasado, como sabe­mos, nuestra poesía literalmente la rompió en castellano. El hecho de que se haga un festival en estas tierras nos pone en la obligación moral de ofrecer lo mejor de nuestro repertorio actual: si fuéramos un país que no destaca­ra por una férrea tradición poética, como Ecuador, Bolivia, Paraguay, Venezuela (¿algún Vallejo?, ¿algún Eguren?, ¿algún Westphalen?, ¿algún Adán?), podríamos optar, con toda la justificación del mundo, por la inclu­sión y no por la calidad.

Digo esto porque una de las impre­siones que me dejó la primera edición del FIP fue que hubo una muy buena escogencia de poetas, locales e inter­nacionales. Por esa razón la primera edición resulto, a todas luces, un éxi­to. Pudimos ver locales llenos, como sucedió en el ya mítico recital de Hora Zero en el bar Queirolo del Centro de Lima. Y ni hablar de la inauguración, en la cual presenciamos la grandeza de Ledo Ivo y Antonio Cisneros.

BUENAS INTENCIONES

Entonces, se deduce que este se­gundo festival tenía que igualar o superar a su predecesor. Lamentable­mente, desde un punto de vista litera­rio, resultó para el olvido. Son varios factores los que jugaron en contra, como la nómina de poetas extranje­ros, que mostró nombres muy apre­ciables como Juan Carlos Mestre, Bei Dao (que nunca vino y no se le extra­ñó), Diana Bellessi, León Félix Batista, Piedad Bonett, entre otros, pero que languidece en comparación a la nó­mina del año pasado. En este sentido, Sandoval y su equipo –que, dicho sea, son muy buenos lectores de poesía– debieron reforzar la nómina local. Se dice que se prefirió contar con poetas no incluidos el año pasado, a lo mejor para evitar resentimientos y las tan re­currentes maledicencias sobre favori­tismo y argollas… Pero esa inclusión terminó jugando una mala pasada al espíritu del festival, porque se debió convocar a los poetas –no a todos, obviamente– que estuvieron el año pasado. La calidad es el parche a las críticas y habladurías. Pero la apuesta por la inclusión fue lo peor que pudo hacerse: hablamos de poesía, no de un tono en el que pretendemos quedar bien con todos.

Maestro Jaime Guardia, acertado refresco para la maratón de lecturas. El evento reventó de público.

LOS CONVOCADOS SON

Ni bien vi la lista de autores perua­nos convocados, sentí que me estaban jugando una broma de mal gusto. Me pregunto: ¿a quién en su sano juicio se le ocurre convocar a poetas cuya pro­ducción no llama la atención de casi nadie o, en su defecto, que es sobre­valorada, sabiendo que hay otras vo­ces cuyas poéticas son superiores a las de Doris Moromisato, Paolo de Lima, Carlos Estela, César Toro Montalvo, Raúl Heraud, Alejandro Susti, Nora Alarcón, Luis La Hoz, Reynaldo Na­ranjo, Cecilia Podestá, Eduardo Lores y Édgar Saavedra? Pienso en las pro­puestas de Rodolfo Ybarra, Christian Briceño, Bengi Rosales, Laura Rosales, Virginia Benavides y Jorge Giraldo..A excepción de Ybarra, los demás son poetas relativamente nuevos, exhiben una voz propia y debieron tener la oportunidad de darse a conocer. Re­fuerzo esta opinión luego de escuchar a la ganadora del concurso de versos convocado por la cuenta de Facebook de la FIP. En lugar de la ganadora, se pudo contar con otro poeta. Es razo­nable, entonces, la sospecha de que ju­garon factores extraliterarios en la con­vocatoria de poetas locales. Al parecer, Sandoval y su equipo leyeron personas, no poemas, mucho menos poemarios.

EL BELLO PÚBLICO

En lo personal, quedé satisfecho con la presentación del charanguista Jaime Guardia, a quien aplaudimos tanto que más de un asistente, en lu­gar de callarnos, celebraba nuestras bienintencionadas payasadas. Por otra parte, creo que es tiempo de cambiar la dinámica de un festival como el que se pretende seguir haciendo. Sería bueno organizar talleres, charlas, conferencia bien sabemos que la poesía es si­lencio, pero cuando los poetas hablan y piensan, más de uno puede salir for­talecido e incluso desengañado. Otra impresión que me deja esta fiesta de las letras es que a los limeños les falta, aún, cierta clase de educación: es im­posible vivir una fiesta poética sin una motivación extra, más aún cuando en días previos se ha estado releyendo en paroxismo a los padres beats. El día de la inauguración, personal de seguridad del Parque de la Exposición tuvo que retirar a un ya no tan joven poeta por llevar ron y Coca–Cola dentro de su casaca de cuero.

Lima puede jactarse de tener un pú­blico que sí busca poesía o, mejor di­cho, ambiente con aroma a poesía. Es precisamente ese público el que puso la buena onda y mostró fidelidad, so­bre todo en la clausura, y se hizo pre­sente no por los poetas extranjeros, menos por los nacionales, sino por ese factor hechizante que genera el azar de la conversa, de la amistad.
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“La música, el teatro, las artes plásticas y las recientes artes visuales no pueden compararse con lo que la literatura –y, en especial, la poesía– ha hecho por el país”.
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EL APOYO MORAL NO BASTA

Se nos viene bombardeando con la figura del progreso. Sin embargo, el desarrollo no es nada si no va de la mano con una apuesta por la cultura. Durante la clausura quedó en eviden­cia el temor de no volver a tener otra edición del FIP. El “hombre orquesta” Sandoval coqueteaba con esta posibi­lidad nefasta. Es indiscutible que ha habido apoyo privado y estatal, pero todo indica que ha sido insuficiente. Que Sandoval señale en su discurso de clausura que su amistad con Pedro Pa­blo Alayza, el hombre de cultura de la Municipalidad de Lima, no va a que­brarse si el próximo año no hay FIP, me pareció patético. Lo dicho por él también se vio reforzado por la inter­vención del vate dominicano L. Félix Batista antes de su lectura: “Peruanos, no dejen morir este festival”.


Español Juan Carlos Mestre, vibrante puntal de la poesía en español o algo así. Se le pudo escuchar en vivo y en directo.

Si nos referimos a las artes en las que descansa nuestra tradición cul­tural, no tardamos en llegar a la con­clusión de que la música, el teatro, las artes plásticas y las recientes artes visuales no pueden compararse con lo que la literatura –y, en especial, la poesía– ha hecho por el país. Lo mejor del Perú en materia cultural es, justa­mente, su poesía.

Estamos a nada de perder la conti­nuidad del FIP. Pero muy poco se pue­de hacer sin el apoyo del Estado o la voluntad política: un evento como este merece, sí o sí, todas las facilidades. Si esta fiesta de las letras no continúa, sa­bremos que seguimos siendo un país atrasado, y que no hemos hecho otra cosa que vivir en una aberrante men­tira de progreso.


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