domingo, 16 de enero de 2011

♠ ANDAHUAYLAS CELEBRA NACIMIENTO DE ARGUEDAS


Por Nelly Luna Amancio
Andahuaylas. Dos días antes de que se disparase en la sien, José María Arguedas bailó durante más de cinco horas en una fiesta patronal. Aquella tarde del 26 de noviembre de 1969 no paró de reír y contar chistes en quechua. Máximo Damián, el entrañable maestro del violín andino, recuerda que “el doctor estaba contento, bailó todos los huainos”. Con frecuencia el escritor acudía a las fiestas de los clubes provinciales, bailaba, comía y bebía con moderación, pero ese día don Máximo recuerda que Arguedas estuvo particularmente efusivo.
“No entiendo por qué dicen siempre que Arguedas fue triste, si él era alegre, bailarín y le encantaba contar chistes en quechua”, dice Jaime Guardia, maestro del charango y amigo del escritor que esta semana llegó a Andahuaylas para festejar las celebraciones por el centenario del nacimiento del que fuera su descubridor musical.
El charanguista recuerda la picardía de Arguedas. Una vez lo obligó a enfrentarse verbalmente con un profesor cusqueño de quechua que hacía ruido mientras ellos tocaban y cantaban. “Dile en quechua que se calle”, le dijo. El joven músico se dirigió al catedrático, pero este lo ignoró y lo insultó. Los insultos –que en el quechua no alcanzan la vulgaridad del castellano– continuaron, hasta que al final Guardia machacó: “No me mires con esos ojos de lagartija que mira al abismo”. Arguedas soltó una sonora carcajada que provocó la ira y huida del profesor.
EL ENCANTO DE LA TIERRA
En enero, Andahuaylas (Apurímac) tiene nubes densas, cielo azul, persistentes neblinas, lluvias breves. Y cerros verdes. El 18 de enero de 1911 nació en este valle José María Arguedas.
La casa que lo albergó hasta los 4 años, en el tradicional barrio de Quichqapata, conserva aún ese olor denso a quincha mojada. Hoy es una de las pocas viejas casonas que permanecen de pie. Fue aquí, antes de que su padre se lo llevara a Lucanas a vivir con su siniestra madrastra, donde el pequeño José María habría aprendido de la mano de su tutora Luisa Sedano el quechua y el canto andino.
Esta casa y la tumba de Arguedas (en lo más alto de la ciudad) se han convertido en espacios de visita obligatoria para los arguedianos que por estos días han comenzado a llegar desde todas partes a Andahuaylas. Como Mario Gonzales, el colombiano que llegó de la mano de su hijo para colocar un ramo de flores sobre la tumba. Los otros distritos del Valle del Chumbao, San Jerónimo y Talavera de la Reina, se han sumado a los preparativos. Un aire de fiesta recorre la ciudad. Los afiches que anuncian las actividades por el centenario nacimiento de su hijo más ilustre se confunden en chifas y pollerías.
Las celebraciones están en manos de una comisión cuyo único financiamiento es el entusiasmo de los andahuaylinos. Ni el gobierno regional ni el nacional aporta un sol. Funciona, sobre todo, gracias al infatigable esfuerzo de un maestro de escuela: Luis Rivas Loayza, el mismo artífice de la gran cuyada bailable con la que se logró financiar la biblioteca de la universidad pública José María Arguedas. Se vendieron más de 6.000 cuyes.
“El dinero no lo es todo, nosotros buscamos que la gente y las organizaciones se comprometan. Queremos promover el esfuerzo colectivo y la lectura en la población”, dice este profesor de Lengua y Literatura que ha convocado ya a más de 200 personas, entre voluntarios y donantes, como la asociación de mototaxistas de la ciudad. “Todos quieren participar”, asegura.
“SU FICCIÓN, NUESTRA REALIDAD”
Que su mirada coqueta y apariencia frágil no engañe, el profesor Luis Rivas es un arguediano y estricto defensor de la lectura. Podríamos decir de él que es el principal difusor de Arguedas en Andahuaylas. Es él también quien promueve desde hace 10 años el festival Todas las Sangres.
La primera vez que este profesor de 50 años escuchó hablar de José María Arguedas cursaba el segundo año de secundaria. Su maestro les dijo que un ilustre andahuaylino había muerto. No les dijo cómo. Unos días después compró “Agua”. “Me di cuenta de que los andahuaylinos estábamos reflejados en su obra, su ficción era nuestra realidad”, dice.
Pero Luis ‘Luchito’ Rivas tampoco cree en esa única imagen triste y melancólica que se ha difundido de Arguedas. Una vez, la hermana del escritor, Nelly Arguedas, le narró una anécdota que revelaba el a veces extraño humor del escritor. José María había desaparecido en todo el día y volvió a la casa muy tarde. ¿Dónde has estado, preguntó la hermana. “He visto una enenona con sus enenonitos”. Ante la incredulidad de Nelly, él explicó: “Fui a suicidarme a los rieles del tren, pero en el camino vi a una chancha amamantando a sus chanchitos, me quedé viéndolos durante horas y me olvidé de matarme”, dijo y luego se rio.
BROMISTA Y RESPONSABLE”
Arguedas era también un hombre estricto y correcto. El médico Rómulo Tello recuerda que en 1958, cuando el escritor ocupó la secretaría de cultura del Club Provincial Andahuaylas, el equipo de fútbol del club perdió un partido contra el equipo de Andarapa. Los dirigentes plantearon entonces convocar un ‘jale’ de Lima, pero Arguedas se opuso. “Tenemos que ser auténticos”, replicó, sabiendo que con ello se condenaban a una segura derrota. Unos meses después, el mismo club aprovechó la presencia del escritor para convocar un concurso de cuentos. Muchos andahuaylinos participaron, pero José María Arguedas les dijo: “Aquí no hay ganadores, a lo mucho una mención honrosa”. Todos se sonrojaron, menos él.
Máximo Damián y Jaime Guardia recuerdan siempre la disciplina y rectitud del “doctor”. “Era muy puntual y correcto”, dice el maestro Damián, por eso cuando el 28 de noviembre de 1969 Arguedas no llegó a su casa para cenar, luego de haberse comprometido a hacerlo, él supo que algo había sucedido. Esa noche el violinista soñó con Arguedas. Al día siguiente, al leer los periódicos, se enteró porqué no había llegado.

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